Kevin Mancojo

Diario de a bordo


Deja un comentario

La familia

Ahora que estamos en navidad y es el momento de que los familiares se reúnan quería hablar de algo que he descubierto estos últimos dos o tres años: la familia no siempre tiene que ser de sangre.

A veces nos toca nacer en un entorno complicado, en el que no encajamos, donde no hay amor ni apoyo por parte de la familia o vete tú a saber (yo tuve mucha suerte con este tema y mis padres y mi hermano fueron pilares muy importantes en mi vida). Y por desgracia llega un momento en el que no te sientes parte de esa comunidad en la que, en cierto modo, estás obligado a permanecer hasta que, de repente, las cosas cambian.

Hay miles de situaciones por las que se puede sufrir ese cambio. Pero yo me quiero centrar en el que de la nada aparecen unos amigos, pasas tiempo con ellos, os pasáis las horas riendo, os contáis vuestras mierdas, vivís aventuras, van pasando los años y llega un momento en el que habéis formado una familia. ¡Ni te das cuenta! No te das cuenta de que tienes ganas de estar con ellos, de buscar hueco aunque sea para pasar la tarde. Quieres crear recuerdos. Y es que encima sientes que a su lado estás viviendo de verdad. Estás disfrutando del momento, las cosas malas se marchan entre las risas, puedes ser quién eres en realidad y te querrán igual. Vives, simplemente vives.

Aunque parezca mentira, esos vínculos de amistad tan fuertes como para pasar fechas relevantes con ellos se vuelven muy poderosos y muy bonitos. Creo que compartir tiempo con las personas que de verdad quieres es de las mejores cosas que podemos hacer.  Se convierten en tu refugio, en tu hogar. Te sientes querido y arropado. Ellos sí que saben quererte bien.

Encajar en este mundo a veces es complicado, incluso estando rodeado de gente puedes sentirte solo. Formar parte de algo y tener tu propio rol en tu nueva familia es algo a lo que no todas las personas pueden aspirar. Esa confianza de saber quién se encarga de qué, de saber callar, de hacer reír a quién está mal, de cambiar de aires sin decir palabra… Todo va surgiendo según pasan los años y cuando menos te lo esperas te han acogido personas que sienten lo mismo que tú.

Y evidentemente no todo es color de rosa, no todo es perfecto, alguna que otra situación complicada puede aparecer, pero no nos lo tomamos a pecho, se nos pasa a los cinco minutos y ya está. De nada sirve estar cabreado para siempre, y mucho menos cuando no hay ninguna maldad en nuestros actos.

Después de años y descubrir todo esto, llegué a la idea de que la familia no siempre tiene que ser de sangre. La familia, a veces, simplemente te encuentra para darte una segunda oportunidad para vivir.

#NuncaDejéisDeSonreír


Deja un comentario

Los peques

Sé que hace poco ya estuve hablando de las charlas que doy y que cada vez son más y a más colectivos. Pero es que hace muy poco tuve otra en un colegio y quería hablaros de los peques.

Cuando das una ponencia debes saber llegar, no solo con la historia, también en la manera en que la cuentas. Al fin y al cabo, a un adulto no le sorprenden tantas cosas por todo lo que ha podido vivir y al adolescente le importan tres cominos todo lo que no tenga que ver con su propia vida. Sin embargo, los que son de primaria han vivido tan poquito que con nada ya les sorprendes.

Por norma general, antes de que yo vaya, los maestros les ponen al día: les cuentan quién soy, les ponen mis vídeos, les hablan de la discapacidad, etc. Y claro, llega Kevin Mancojo, ese chaval que sale en Youtube, que ha cruzado el Mar Menor nadando, que aparece en internet, y los peques alucinan a colores cuando me ven aparecer. Me tratan como si fuera un famoso.

Me emociona, me emociona pensar que puedo calar muy hondo en los más peques. Aquellos que se quedan hasta con el más mínimo detalle me hacen vivir con más fuerza las charlas que les doy. Saber que les descubro un mundo nuevo (la discapacidad) hace que vaya con muchas ganas, aunque sepa que tenga que repetir lo mismo a dos, tres o cuatro cursos distintos. Ver las caras de asombro, notar como dejan de tener prejuicios según les muestro algunas de las cosas que soy capaz de hacer, sentirme un ser extraordinario para ellos… Paso de ser alguien que era incapaz de coger una pelota, a alguien que mola mucho y que hasta se ha cruzado el Mar Menor nadando.

Sensibilizar desde tan temprana edad es algo a su favor. Yo no pretendo demostrarles que el mundo es de rosa, sino que aunque a veces las cosas parecen estar muy jodidas, aun se puede seguir adelante. La actitud, las ganas, la constancia, el apoyo de los demás y otros factores hacen que uno siga tirando del carro aunque pese.

Además, me hacen dibujos, me escriben cositas o me piden que les firme en un papel por la admiración que sienten hacia mí. Pero es que yo me quedo con su curiosidad, con sus preguntas y su interés por conocer mi mundo. Es increíble ver cómo llegan a preguntarme si conduzco, si vivo solo, si he sufrido bullying o, incluso, si he llegado a plantearme quitarme la vida en algún momento.

Al final de la charla también me llega al alma saber que quieren un abrazo, donde descubro el desbordante amor que tienen en ese cuerpo tan pequeñito. Ahí ya cogen confianza y empiezan a estar pegados a mí y a preguntarme de manera más privada y, sobre todo, a tocar mis manos. Soy consciente que, así de primeras, debe dar una sensación rara el pensar en tocarlas. Pues imaginad la alegría que me da cuando se atreven a algo así. Yo se las ofrezco en el momento en el que veo que tienen curiosidad y no tardan ni dos segundos en tocar mis manos.

Con todo lo que os he contado, pensad lo que ocurrirá cuando vean a otra persona como yo. No tendrán miedo, confiarán en sus capacidades y sabrán que puede ser tan independiente como cualquier otro ser humano. Vamos, lo que viene siendo no juzgar a nadie por las apariencias. De ahí la ilusión con la que voy a los colegios, es mi forma de quitar a tiempo la venda de los ojos y evitar el desconocimiento por algo tan natural como la discapacidad.

Por suerte no soy el único que trata de sensibilizar a la gente y es una labor gratificante que tendrá su beneficio en próximas generaciones. Ojalá se eliminen de una vez por todas los prejuicios hacia las personas, sea por la condición que sea. Al fin y al cabo simplemente somos humanos.

#NuncaDejéisDeSonreír


Deja un comentario

Polos opuestos

Hace tiempo que creo en el ying y el yang, en la luz y en la oscuridad, en el blanco y negro, en esos polos opuestos que existen por la existencia del otro. ¿Y qué es el equilibrio sino dos fuerzas opuestas que se contrarrestan? Que donde se ahoga el llanto, vive la sonrisa. Y donde muere la ira, nace la calma. Sin ellos vivimos en un limbo inconexo tan inerte que preferiríamos arder en el infierno.

Nadie nos enseñó a vivir en consonancia con nuestras emociones, es más, nos aterra sentir. Somos un cristal resquebrajado por aquello que sentimos, donde un soplo de viento es capaz de destrozarnos el alma. Y sufrimos la ceguera del que no ve al ver. Sin darnos cuenta de que las hojas de los árboles siempre caen dibujando la misma figura, igual que la vida gira en equilibrio una y otra vez…


Deja un comentario

Almas valientes

A veces las almas más perdidas son las más valientes. Ellas, en su propio caos, tienen su orden para que no se derrumben los pilares que sostienen la vida. En ocasiones están escondidas tras sonrisas que ocultan el dolor y no vemos el monstruo que las devora por dentro. Cobardía sería dejarse vencer, pero luchan cada segundo por no caer en sus fauces. Mientras que nosotros doblegamos su espíritu ignorando su batalla. Almas que se enfrentan a dos mundos a la vez, a pesar de poder abandonarlos. Y es que su guerra es muda para los demás, pero un estruendo para ellas. Ruidos y voces constantes, dudas que alarman a cada instante por cada acto que quieren ejercer. Y aun así siguen caminando errantes por el sendero que les tocó recorrer. Almas valientes que no cesan en su búsqueda de la felicidad. Almas valientes que solo quieren tranquilidad.


Deja un comentario

Charlas de motivación

Llevo ya varios años dando charlas de motivación y cada vez han ido cambiando según el público al que iban dirigidas, mi vida (es de lo que les hablo) y el feedback que he ido recibiendo a lo largo del tiempo.

Lo que me sorprende es cómo han ido derivando de una historia a otra de una manera tan sutil. Yo apenas me he dado cuenta de que iba contando cosas distintas, simplemente hablaba, es lo que me apasiona. Ser capaz de motivar a las personas con mi historia es lo que busco.

Y admito que he ido mejorando (aunque suene poco humilde). Hoy mismo he tenido unas cuantas ponencias en un centro educativo y una de las profesoras me ha dicho que he mejorado en comparación a la charla en la que estuvo ella hace dos años.

Llevaba tiempo queriendo usar un Power Point con fotografías relacionadas con lo que contaba a la gente. Empecé a rebuscar en el baúl de los recuerdos para encontrar fotos y ahora mismo tengo incluso varias presentaciones que dependen de lo que me pidan aquellos que me llaman. Desde que las uso siento que todo es más intenso al ver esas imágenes que componen mi vida.

Además, las charlas que podía dar hace dos años no incluían mi mayor reto, la travesía. Ahora mi historia es más profunda e inspiradora. Antes no tenía gran cosa que contar salvo que alguien con discapacidad hacía de todo. Ahora, hago de todo, y encima cruzo a nado el Mar Menor. La reputación que he ido ganando todos estos años con todo lo que he hecho da mucho juego y sirve para motivar a otros.

Pensar que los primeros años hablaba más de la inteligencia emocional que de mi propia historia me hace ver cómo he ido subiendo peldaños con los años. Ya sí tengo cosas que exponer: que si el premio al joven del año de la región de Murcia, mi colaboración en los diferentes proyectos en los que he participado, mi trayectoria en las charlas (de darlas solo en institutos a darlas en auditorios), mi travesía…

Recuerdo cuando fui a ver las ponencias de personas como Irene Villa o Langui donde habían hecho miles de cosas, habían recibido premios y reconocimientos por sus hazañas. Y eso era algo que yo al comenzar en este mundo no podía contar.

Siento que cada vez irán a mejor y que tendré muchas cosas de las que hablar. Tal vez incluso llegue el día en el que, o necesitaré más tiempo para la charla, o tendré que escoger con cautela qué contar.

Aparte del público que espero tener algún día. Me encantaría poder llenar auditorios por mi nombre. Por ahora sí consigo generar expectación e interés en cuanto les hablan de mí. Hace dos días tuve otra ponencia donde sentí que tenía a la gente expectante y con ganas de conocer mi historia, y así fue. Descubrí, al hablar con los que me escucharon, que querían oír mi ponencia y acabaron encantados.

Como decía uno de los titulares cuando hice la travesía: “Kevin, el faro de la discapacidad”. Y eso pretendo con mis charlas, ser la chispa que es capaz de invadir planetas. Darle al mundo las ganas de vivir.

#NuncaDejéisDeSonreír