Kevin Mancojo

Diario de a bordo


Deja un comentario

Capítulo 7: La sorpresa

¡Le debo una muy grande a Víctor! Me salvó el cuello ayer. Después de que entrara aquel grandullón lo pasé fatal. Creía que iba a recibir la paliza de mi vida. En cambio, apareció mi amigo con otros compañeros de clase. Y para mi sorpresa, con el jefe del departamento. Según me explicó Víctor, vio que alguien se quedó cerca del aula cuando se fue (el que me iba a sacar las palabras a golpes) y pensó que no iba a ser alguien que tuviera buenas intenciones. Decidió buscar la forma de sacarme de aquel embrollo y tuvo una genial idea: buscó a unas personas de clase y les propuso ir al departamento para quejarse de la inmensa cantidad de trabajos que nos mandaba el profesor. En un principio no querían, preferían hacerlo en otra ocasión, sin embargo, les dijo que era el mejor momento porque todos estaban presentes en aquel momento; todas las piezas del puzle encajaban. Buscaron al jefe del departamento, se lo comentaron y le dijeron que el profesor estaría en el aula porque estaba conmigo.

Poco después aparecieron en tromba, salvándome el pellejo. Suspiré con fuerza y me calmé tras ver que al final no iba a salir tan desamparado. A mitad del reproche entre alumnos y profesor, Víctor y yo nos marchamos para que no nos pudieran seguir.

Me despierta una pesadilla; todavía imagino qué habría pasado si no me hubiera sacado de aquel lío mi amigo. Puñetazos, golpes con incontables objetos, amenazas… Me levanto sudoroso por el agobio de hace unos segundos, me dirijo al baño y trato de volver a relajarme echándome agua a la cara. Aunque la mejor solución es la ducha. Me quedo bajo el chorro caliente un buen rato, intentando aclarar mis pensamientos. ¿Qué pasará ahora? No podré librarme de ellos constantemente…

Salgo de la ducha y un instante después el móvil suena.

-¿Qué planes tienes para hoy?- Víctor. Me alegra oír su voz. Por su tono, puedo suponer que quiere hacer algo interesante. Querrá distraerme de todo lo que ha pasado esta semana.

-Nada que yo sepa. ¿Qué tienes pensado?

-Ir a recogerte en unos diez minutos para pasar el día fuera de aquí. ¿Te parece?

-Venga. Te espero fuera cuando esté listo- hace un día espléndido. El sol calienta y no hay nubes en el cielo. Es de esos momentos en los que prefieres estar en la calle, cerrar los ojos y disfrutar del calorcito. Supongo que Víctor tiene pensado aprovecharlo.

-De acuerdo. No tardaré. Tal vez hasta menos de diez minutos- noto como sonríe tras el móvil.

Después de colgar, me preparo las cosas: monedero, llaves y el móvil, aunque dudo en si llevar esto último. Prefiero desconectar por completo. Aun así decido cogerlo, tal vez mi abuela quiera algo en algún momento. Mi abuela… ella no sabe nada de lo que ha pasado y espero que siga así, no quiero que le dé un infarto.

-Me voy con Víctor- busco a mi abuela-. No hace falta que cocines para mí- está en el salón, leyendo un libro. Es la primera que se despierta en todo el vecindario. Creo que ella es la encargada de apagar las farolas cada mañana, aunque me lo intenta ocultar.

-¿Y qué vais a hacer?- pregunta curiosa dejando el marca páginas en la hoja por la que se ha quedado, después lo cierra.

-Ni idea. Tampoco me preocupa mucho- le doy un beso en la mejilla-. Ya me contarás como acaba- digo indicando el libro con el dedo y me dirijo hacia la puerta.

-Pasadlo bien- alza un poco la voz para que la escuche.

A pesar del mal comienzo, el día sigue por buen camino. Como tenía pensado, me siento en el borde de la acera disfrutando del sol. Cierro los ojos y…

-¡¿Qué narices…- no consigo articular ni una palabra más. Tras sentir un pinchazo, mis párpados pesan toneladas y se cierran poco a poco. En un ligero momento consigo ver una furgoneta oscura y un hombre con los brazos extendidos hacia mí. Alguien me está llevando al interior. Después…

El edificio abandonado, la silla, las ataduras, las sirenas, el tiroteo, la mesa metálica, el arma… el asesino. El profesor está ante mí apuntándome.

-¿Por qué?- pregunto intentando mostrarme seguro, aunque sea en balde. Alguien como él sabe lo que hay en estas situaciones.

-Lo sabes, no creo que sea necesario explicártelo- a diferencia de mí, no tiembla. Su pulso es firme y tiene claro lo que tiene que hacer-. Cuanto antes lo haga mejor- parece que aquí acaba todo.

Cierro los ojos con fuerza, esperando mi muerte. Oigo un disparo y después un golpe seco, también parece sonar algo metálico deslizándose por el suelo. No estoy muerto, o eso creo. Abro los ojos temerosamente y veo el cuerpo inerte del profesor delante de mí. Un charco de sangre se está acumulando a su alrededor. Detrás del cadáver veo unas piernas, alzo la mirada y…

-¡Tío Johnny!- grito lleno de alivio. Tras el primer vistazo veo que tiene un arma en la mano. ¿Lo ha matado él?- ¿Has sido tú?- pregunto lentamente y en un susurro.

-¿Quién iba a ser sino?- su tono resulta indiferente. Esto me deja casi más desconcertado que todo lo que ha pasado esta semana- Vamos, te ayudaré- se guarda el arma en la parte de atrás y me levanta con la silla incluida. Me desata- ¿Estás bien?- ahora sí noto algo de sentimiento.

-¡¿Cómo voy a estar bien?!- levanto la voz- ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Qué quiere de mí exactamente esta gente?! ¡¿Qué está pasando ahí abajo?!- le atormento a preguntas y me detiene poniéndome su mano en mi boca. En el primer momento casi me asfixio, mi agitada respiración por poco me mata.

-Tranquilízate- me dice en un murmullo sin permitirme aun hablar-. Abajo está la policía. Están intentando detener a uno de tus acosadores, bueno, al que queda vivo- dice en un tono de humor mientras hace un gesto con la cabeza hacia el cadáver del profesor o quién fuera realmente. Me quita la mano lentamente de mi boca-. Dudo mucho que siga aquí, seguro que ya haya escapado.

-¿Los has llamado tú? La policía digo- estoy menos alterado, aunque mis manos siguen temblando. A pesar de querer estirar las piernas, prefiero seguir sentado hasta estar más tranquilo.

-No. Ha sido tu amigo, pudo seguir la furgoneta con el coche- se levanta tras llevar un rato de cuclillas. Es más alto de lo que recordaba.

-¿Y dónde está ahora? ¿Está bien?- pregunto rápidamente.

-Alex…- su voz no da buenas noticias.

-¡Dímelo!- exijo de nuevo, volviendo a tener el corazón acelerado.

-Lo han cogido. Vi como lo sacaron del coche.

-¿Quiénes?

-Otros miembros de la organización.

Mi cabeza está a punto de estallar. Mi amigo, Víctor, el que hace apenas un día me salvó el cuello está a punto de… ¿de qué? ¿De ser encarcelado? ¿De morir? ¿De ser torturado?

 

 

 

NOTA: fin de la primera temporada de «El periodista» (título que le he puesto). Quiero preparar mejor la historia y creo que vosotros necesitáis un descanso también. Dentro de un mes más o menos volveré con más.


Deja un comentario

Capítulo 6: El plan

Víctor y yo no sabíamos de lo que hablaba, solo sabíamos que se refería a mí. Pudimos suponer que cuando hablaba de que no sabía nada, hacía referencia al tema de mis padres. Ahora sí conocía aquel asunto que yo ignoraba por completo hacía solo unos días. Ambos imaginábamos que quería sonsacarme información sobre ellos. En realidad, soy el primero que tiene muchas preguntas…

-Hoy volvemos a tener clase con él- dijo Víctor prácticamente en un susurro.

-Lo sé…- mi mirada pensativa le indica a mi amigo que tengo una posible idea.

-¿Qué se te ha ocurrido?

-El profesor no sabe que le hemos escuchado hablar por teléfono. Supongo que tampoco habrá advertido que ya sabemos lo que es en realidad. Y cree que desconozco la verdadera profesión de mis padres.

-¿A dónde quieres llegar?- pregunta insistente.

-Los dos primeros puntos deben seguir así. Debe pensar que seguimos en la ignorancia, pero sí que debe imaginar que sé lo de mis padres para ver si suelta algo que pueda ayudarme, y así averiguar algo más sobre ellos.

-¡¿Por qué?!- trata de ahogar la sorpresa para no llamar la atención al resto de la facultad- Tú no has visto muchas películas, ¿verdad?- su voz suena nerviosa, incluso con miedo- Seguro que te torturará o algo así.

-Para eso estás tú- sonrío con énfasis-. Para vigilarme.

-¡¿Estás loco?!- me hace un gesto repetitivo con la mano, indicando que no participará- ¡No! Ni borracho voy a meterme en un lío así. Ya hemos resuelto gran parte de esto. Pregúntale a tu abuela, ella sabrá algo.

-No quiero meterla en este asunto- mi voz suena seca y tajante. No me gusta esa excusa, no quiero otra persona más mezclada en algo así, y menos ella. Además, no sé si de verdad sabe lo que eran mis padres.

-Pues la policía- propuso al ver mi reacción con lo de mi abuela-. Ellos sabrán lo que hay que hacer.

-Claro, creerán a un chaval cuyos padres son espías- le repongo irónicamente-. Encima justo esa profesión, es decir, son personas que trabajan en las sombras y ahora voy a revelar lo que son realmente- Víctor capta la ironía y baja la mirada.

-¿Y qué posibles pistas piensas que te va a dar el profesor?- pregunta con recelo.

-Ni idea. Tal vez ni diga algo sospechoso de lo que podamos sacar algo en claro- aviso para que luego no se lleve el susto. Ahora que mi mente está más despejada necesito pensar en las diferentes variantes.

-Hace unos días estabas como ido y ahora hasta tienes un plan- murmura mientras camina con la cabeza gacha y se dirige hacia las aulas-. No sé cómo narices lo haces…

-Supongo que son las ganas de saber toda la verdad- le pongo la mano sobre el hombro para animarlo.

 

-Espero que sigáis con el trabajo que os mandé el lunes- estamos en clase y el profesor enfoca la mirada hacia mí.

-Por supuesto- contesto intrigante, pero apenas se siente mi voz, como si tratara de ocultar algo. Era el momento de devolverle aquel gesto tan enigmático con el que empezó esto.

-Ahora os entregaré otro artículo del que quiero que hagáis un comentario de texto- de repente toda la clase reprocha la inmensa cantidad de deberes que hay que hacer para estas semanas-. Parece que preferís hacer más- dice sarcásticamente, demostrando el poder que ejerce. Todos niegan rápidamente y dejan de quejarse-. Perfecto entonces- comienza a repartir la noticia. Poco a poco llega a mí. Siento su impaciencia- Al acabar quiero hablar contigo- susurra para no llamar la atención.

-De acuerdo- respondo indiferente, mirándole a los ojos. Y continúa repartiendo.

-Alex, mira- Víctor coge el folio y lo agita una vez que se aleja el profesor-. Habla de la KGB. ¿Esos no eran los de la agencia de inteligencia de Rusia?

-Sí, lo eran. Los espías rusos. Otra clara indirecta para saber si estoy al tanto o no.

-Como para no estarlo después de todo lo que investigamos.

-No, hombre. Hablo de mis padres- sonrío levemente por la gracia que me hace la equivocación.

-¡Ah! vale, vale.

 

-Me gustaría saber cómo llevas el análisis del trabajo- estoy solo en clase con el profesor y suena muy simpático y amable, algo que no cuadraba mucho la verdad. Imagino que es algún método para sacar información.

-Pues bien. Pero tengo que admitir que descubrí algo…- estoy algo nervioso, nunca hice algo así, pero necesito crear algo de suspense. No quiero contárselo todo yo, debería ser él quien me sonsaque datos poco a poco.

-Dime- insiste.

-Creo que mis padres sobrevivieron a aquel accidente- agacho la mirada y bajo el tono de voz paulatinamente hasta llegar al susurro.

-¿Por qué crees eso?

-Sus cuerpos no fueron encontrados- provoco un pequeño silencio-, solo el de ellos- hago hincapié en esto último.

-Ya…- se sienta en el borde de la mesa y cruza los brazos- Crees que hay algún motivo en concreto, ¿no?- es increíble, el profesor suena muy gratificante en este estado. No supuse algo así.

-Sí- mi pulso se acelera. No esperaba que fuera tan complicado actuar. Dudo en si contarle lo de los sobres que encontré en casa. Tras una pausa para pensar la mejor respuesta solo se me ocurre una cosa-. Usted lo sabe, ¿verdad?- a pesar de estar inquieto, trato de sonar bastante seguro.

-Obviamente- creo que mi rostro está blanco como el papel, al menos así lo siento, su sonrisa también me lo da a entender. No tenía pensado una respuesta tan clara por su parte-. Si no fuera así no estaría aquí. Ahora que lo tenemos claro, dime dónde están.

-¿Para qué lo quieres saber?- evito responder, a pesar de que realmente desconozco el paradero de mis padres.

-Ya han actuado en Alemania hace poco. No queremos que sigan dando pasos en la sombra- responde seriamente, ya suena más como él.

-No tengo ni idea de lo que estás hablando.

-Bien…- se pone en pie de nuevo y alarga un brazo hacia la puerta, parece que es una señal para que pase alguien- Pues te presento a un compañero…- un hombre corpulento, y también vestido de traje, entra al aula. Resulta más elegante que el profesor, pues el pelo, negro como el carbón, está peinado hacia atrás- Él no tiene mi paciencia- refleja suma ferocidad, tanto por su altura como por lo pequeño que le resulta el traje. Parece de pocas palabras, pero de mucha acción-. Espero que a él si le des la información que buscamos.

El sudor se apodera de mi frente y el corazón se me acelera con rapidez. Esto no entraba en mis planes. Esto va a salir mal…

 

Capítulo 7: La sorpresa


1 comentario

Capítulo 5: La verdad

Mi abuela preguntó desde el salón qué había ocurrido, le dije que solo se me cayó una cosa. No quise que viniera, logré averiguar algo y ya podía dar un paso hacia adelante en todo este asunto sin entrometerla.

En aquel hueco había dos sobres. Saqué uno de ellos, no tenía remitente ni destinatario. Lo abrí con cautela. Contenía una carta escrita a mano; era la letra de mi padre. Me puse tenso, muy tenso. No creí lo que estaba viendo, desconocía todo lo que estaba averiguando al leer esto. Al menos, ahora había cosas que cuadraban. Comprendí por qué antes de venir a vivir aquí nos mudábamos tan a menudo y también entendí por qué me dejaban con el tío Johnny cada vez que hacían un viaje. No era porque a papá le mandaran a trabajar a otra ciudad o porque quisieran tomarse unas vacaciones. Había otra razón… en realidad era espía. Bueno, eran; supuse que en el otro sobre iba a encontrarme con lo mismo, pero de mi madre. En ambos ponían su verdadera profesión y sus últimos deseos en caso de morir en alguna misión.

Si llego a tener algo donde reflejarme, hubiera visto lo pálido que estaba en aquel momento. Me sentía muy inquieto cuando averigüé lo que mis padres eran en realidad. Mi vida cambió en ese instante. Parecía estar dentro de una película de acción. Me quedé paralizado unos minutos con la mirada perdida hasta que me llamó Víctor al móvil.

-Alex, según mi padre, hay cuentas bancarias fantasmas que ha podido relacionar con tus padres- me explicó en cuanto cogí el teléfono-. Dijo que ha sido muy complicado, tuvo que remover cielo y tierra, incluso llamar a un muy buen amigo informático de esos frikis porque creyó que algo no cuadraba en todo esto. Hubo una época en que, tanto tu madre como tu padre, desaparecieron al acabar el instituto más o menos y años más tarde volvieron al mundo real por decirlo de alguna forma- no pude responderle, hubo un silencio que se hubiera hecho infinito de no ser porque me preguntó si estaba bien. Le conté lo que descubrí yo y empezamos a hilar todos los cabos que había.

-Podríamos preguntar en el departamento para ver quién es en realidad el profesor- Víctor y yo estamos ya en la entrada de la facultad. Yo sigo bastante ido, todavía me cuesta digerir todo este asunto. Me resulta difícil incluso pensar con claridad.

-Sí, vamos.

Al llegar nos encontramos con el jefe del departamento. Le preguntamos, pero no hay nada fuera de lo normal; nos dice el nombre, su formación y varios detalles que, al parecer formaban parte de una identidad falsa. Supongo que eso es lo normal entre espías.

-A lo mejor no es más que un sustituto- piensa Víctor.

-Imposible; la noticia del accidente, la sonrisa llena de intriga, la sensación de que alguien me sigue…- fue mi conclusión tras saber lo de mis padres- Sin duda es cosa suya- trato de mantener la mente despejada lo mejor que puedo para llegar al final de todo este follón.

-¿Qué hacemos entonces?- pregunta vacilante.

-No estoy seguro…- mi mente está en mil cosas a la vez: pensando en la mentira que me ocultaron mis padres, en qué hacer a continuación, en cómo resolver este lío.

Comienzo a caminar absorto y Víctor me sigue, observándome minuciosamente como si previera algún desmayo o mareo. Vamos por el pasillo que conecta el departamento con una de nuestras clases. Pero a mitad de camino ocurre algo.

-No estoy seguro- Víctor, que parece escuchar algo que yo no, se para en seco y al darme cuenta me detengo.

-¿Qué ocurre?- pregunto sorprendido. Él se pone el dedo en los labios, indicándome que me mantenga callado. Se acerca a una puerta opaca y pega el oído a ella. Lo observo con curiosidad y lo imito.

-Creo que el chico no sabe nada- se oía levemente a alguien, que al parecer hablaba por teléfono, pues no había una segunda voz que respondiera-. Es por eso que quiero seguir aquí. Necesito averiguar si de verdad lo ignora- surge un pequeño silencio-. Claro, pero eso todavía no hace falta, no hemos llegado a ese punto- de nuevo no se escucha nada-. ¡No!- la exclamación ahogada traspasa aquella puerta con fuerza y de nuevo se apodera el susurro- Ni loco me gusta este papel. No me gustan estos chavales ni nada de lo que a la facultad concierne, pero no quiero que… De acuerdo- no pudo terminar la frase, tal vez la otra persona le haya interrumpido-. Pues lo haremos a tu manera si no consigo nada hasta mañana- la voz parece ceder con desgana ante la propuesta del otro. Víctor y yo sentimos como la conversación acaba y nos alejamos silenciosos, pero a toda velocidad de allí. Cuando nos sentimos seguros nos paramos, nos miramos y decimos a la vez:

-¡Era la voz del profesor!

 

Capítulo 6: El plan


Deja un comentario

Capítulo 4: El secreto

Víctor tiene razón supongo, es decir, nunca se encontraron los cuerpos de mis padres y fueron los únicos que desaparecieron. Nunca me había parado a pensar en eso, pero cuando me lo dijo fue como si me hubiera propinado una bofetada en toda la cara para despertarme del sueño.

Le cuestioné ciertas cosas, aunque imagino que eran por el mero hecho de no querer ver que podía estar en lo cierto. Después de aquella conversación decidimos investigar un poco, algo a lo que estamos acostumbrados teniendo en cuenta la carrera que estamos estudiando.

Yo decidí hurgar durante el resto de la tarde en las cosas que todavía tenía de mis padres. Mi abuela fue la que vino a vivir a nuestra casa poco antes del accidente y tras aquello le pedí que no tocara el dormitorio. Quise mantener vivo el recuerdo de mis padres de esa forma.

Tuve poco tiempo para husmear en el cuarto; tenía que hacer redacciones y otros trabajos. Y lo poco que pude averiguar es que mi padre era bastante desordenado y mi madre adoraba la ropa con colores llamativos. Además mi abuela necesitaba ayuda para hacer la cena.

Tuve dudas de si preguntarle sobre el asunto, pensé que podía afectarla más de lo que me afectó a mí. Tomé la decisión de esperar, no veía necesario inmiscuirla en esto por ahora.

Víctor lo cogió por la parte legal; su padre es notario y le pidió ayuda. Al principio no quiso ayudarnos, creyó que ese tema debería quedarse donde estaba, pero cuando le contó todo lo que pasó a principios de semana comenzó a moverse.

-Ayer solo pudo hacer unas llamadas- me explica Víctor en un susurro al vernos en la facultad-. Hoy supongo que podrá hablar con alguno de sus compañeros o contactar con los que no pudo llamar anoche- se nota, por su tono de voz, que intenta animarme para conseguir solucionar todo este embrollo.

-No te preocupes- le digo para despreocuparlo -. Cuando llegue a casa volveré a ver si encuentro algo- intento disimular la ligera desesperación que sufro por averiguar lo que ocurre en realidad.

-Intentaré buscar también por internet a ver si Google sabe algo.

Ambos nos fuimos antes de que acabara la clase. Queríamos ponernos manos a la obra lo más rápido posible.

-¿Otra vez estás aquí metido?- mi abuela está bajo el marco de la puerta del dormitorio curioseando.

-Sí, necesito encontrar algo- la miro y vuelvo a rebuscar en el armario empotrado de mis padres. No quería dejar pasar por alto nada.

-¿Puedo ayudarte?- entra y se pone a mi lado.

-No hace falta, gracias- respondo sin apartar la mirada.

Había una caja en un estante encima del perchero. Parece que ayer no hice bien de detective. La cojo y la dejo en el suelo. Me siento y noto como la mirada de mi abuela sigue mis movimientos.

-¿Quieres algo?- le pregunto cariñosamente. Esta vez sí alzo la vista para hablar con ella.

-No, solo tengo curiosidad por saber qué es lo que estás buscando, ya sabes, las abuelas somos así de cotillas- me sonríe para marcar la broma que acaba de hacer.

-No es nada, de verdad- le devuelvo la sonrisa y abro la caja.

-Ahí hay fotos y recuerdos de algunos de sus viajes- la nostalgia le acaba de invadir.

-Ya veo…- susurro mostrando lo mucho que los extraño.

-Espero que encuentres lo que quieres…- se gira y se marcha. No sé si para evitar el esfuerzo de llorar o simplemente por no querer abrir la herida de nuevo.

-Lo siento- sé que no lo ha escuchado, pero era más para sentirme a gusto conmigo mismo, para apartar de mí la culpabilidad de haber vuelto a algo tan trágico.

Aparte de las fotos que dijo mi abuela, no había más que pequeños souvenires que podían guardarse en una caja de zapatos. Vuelvo a dejarla en su sitio y continúo husmeando. Meto la mano en cada bolsillo, ya sea de pantalón o de camisa, pero no hay nada. Reviso las mesillas de noche. En los cajones de la de mi madre solo hay sortijas y esclavas. Los de mi padre no tienen nada más que un libro y un reloj de pulsera. Encima de cada una de ellas hay una lámpara, idénticas las dos, y un despertador iguales también, salvo que el de mi madre es amarillo chillón y el de mi padre verde.

Poco a poco empiezo a desesperarme, no encuentro nada que pueda ser de ayuda. El pequeño escritorio que hay bajo la ventana tampoco esconde nada fuera de lo normal y ya no sé dónde buscar.

Durante la comida estoy en silencio, pensando sitios donde poder seguir buscando.

-Imagino que todavía no has encontrado lo que querías, ¿no?- pregunta mi abuela al verme tan callado.

-No. Nada de nada- sueno decepcionado y agotado.

-Ten paciencia. Cuando menos te lo esperes aparecerá. Siempre pasa- sonríe mientras recoge su plato y el mío-. Puedes seguir con lo tuyo, yo me encargo de esto- me dice al verme recoger las cosas de la cocina.

Opto por ver si el baúl que hay al pie de la cama tiene algo. Al abrirlo solo veo una tela blanca doblada muchas veces. Tiro de ello y descubro lo que es en realidad, el vestido de boda de mi madre. Trato de contener mis emociones, no era momento para ponerse melancólico con esto. Quiero averiguar qué hay detrás de todo esto. Debajo había un álbum de fotos grande. Lo saco y miro por encima el interior pasando rápidamente las páginas.

-¡Nada! Ni una nota, ni cartas, nada- me veo en un callejón sin salida que cada vez se oscurece más por cada paso que doy hacia adelante.

Solo me queda la cama, bajo ella podría haber algo. Solo hay una caja, aunque más grande que la del estante.

-Por favor…- mi última esperanza estaba aquí, de no ser así tocaba preguntar a mi abuela como último recurso.

Me siento en el suelo, abro la caja ansioso, pero nada. Solo un montón de libros. Saco la mayoría y los ojeo rápidamente por encima. Sacudo alguno de ellos lleno de rabia, pero sigue sin haber éxito.

El cúmulo de emociones, junto a la desesperación por no averiguar nada, me hace explotar y en un ataque de ira lanzo uno de los libros, con la casualidad de que se estrella contra el marco del armario que justo después cae. Un trozo de madera cayó al suelo dejando un hueco libre en el que había algo.

-¿Pero qué narices…?- me levanto con cautela, me acerco despacio lleno de intriga, entrecerrando los ojos para ver mejor lo que hay ahí.

 

Capítulo 5: La verdad


Deja un comentario

Capítulo 3: El accidente

-Seguro que fue alguna otra persona que pasaba por allí o algo- me dice Víctor tras contarle lo que me pasó.

Estamos en la cantina de la facultad. Desde lo sucedido anoche, necesitaba hablar sobre esto con alguien.

-¿Y lo del artículo? ¿Qué me dices de eso?- sigo insistiendo con esta extraña situación.

-Fue casualidad. Yo todavía no me la he mirado, tal vez ni sea la misma. A lo mejor no es el mismo crucero en el que murieron tus padres- su voz indiferente trata de no darle importancia al asunto.

-No creo que haya muchos casos así, sería demasiada casualidad- Víctor le da un sorbo al café mientras me mira, por lo que hay un breve silencio y continuo-. Además, esa sonrisa…- miro a mi alrededor tratando de evitar fisgones y sobre todo, evitando ser escuchado por el profesor- Tú no la viste, pero eso no era normal. Ocultaba algo, te lo aseguro.

-¿Qué narices iba a ocultar?- empieza a subir el tono. Supongo que lo estaré volviendo loco a él también.

-Y yo que sé- sueno desesperado.

-Lo siento, tío, pero me largo. Cuando estés más calmado hablamos- no suena cabreado, más bien triste por haber intentado quitarme la retorcida idea de la cabeza de que algo va mal y no haberlo conseguido-. Deberías dejar el tema a un lado y empezar con el trabajo. Yo estaré en la biblioteca haciéndolo- se levanta de la silla y coge sus cosas para marcharse.

-Perdona…- trato de disculparme en un susurro que apenas oigo yo mismo, a la vez que tengo la mirada perdida, fijada en su taza vacía.

Tras un minuto allí, sin saber qué pensar, me levanto y empiezo a caminar sin rumbo. Todo sigue siendo demasiado raro, demasiadas coincidencias. En cambio, sigo sin saber el porqué está sucediendo todo esto, no le encuentro ninguna relación; apenas conozco al profesor y no he hecho nada que yo sepa para que me persigan.

Sigo deambulando por los pasillos de la facultad y de nuevo tengo la sensación de anoche. Me estoy volviendo loco. No puede ser. Miro por todas partes de una manera sutil, no quiero que los demás me tomen por majareta, sin embargo no hay nadie sospechoso. Solo estudiantes y profesores que merodean por ahí.

-Imposible…- susurro lo suficientemente bajo para que nadie me escuche.

Decido sentarme en un banco que hay pegado a la pared, cojo los auriculares para escuchar música y saco el artículo de la mochila. Sin duda, es el accidente en que mis padres murieron, la fotografía, la fecha, el número de fallecidos… todo coincide.

Después de casi media hora de tranquilidad, parece que la ansiedad ha desaparecido. Guardo las cosas y me levanto, ya estoy más calmado, es el momento para disculparme decentemente con Víctor.

Al verme llegar, voltea a toda velocidad los folios que tenía sobre la mesa.

-¿Y eso?- le pregunto intrigado.

-Nada, da igual- suena nervioso, ni siquiera me mira a los ojos.

-¿Qué ocurre…?- me agacho hacia él, trato de coger sus cosas y me lo impide sujetando mi mano.

-Será mejor que lo dejes- insiste mientras me suelta.

-¿Has averiguado algo?- caigo en la cuenta de que debe ser sobre la noticia del accidente- Sea lo que sea, cuéntamelo- cojo la silla de al lado y me siento.

-Mejor no…- ahora el que está incómodo es él.

-Víctor…- trato de convencerlo.

-¿Estás seguro de que…- no le dejo acabar la frase y cojo los folios y apuntes.

-Sí.

-Dame- me los quita rápidamente-. Te lo explicaré.

-De acuerdo, te escucho.

-Prácticamente todos murieron en aquel crucero- comenzó a narrar-, unos pocos se salvaron, pero de los fallecidos, solo dos cadáveres no fueron encontrados- baja el tono de voz progresivamente, como si no quisiera seguir.

-Mis padres, lo sé- le digo para que continúe.

-¿Y no te parece extraño que desaparecieran solo ellos?- me pregunta sorprendido- Yo había supuesto que fueron encontrados como los otros pasajeros, pero no.

-Era en medio del océano, tardaron horas en encontrar a todos los demás, incluso al día siguiente rebuscaron por gran parte del fondo marino- intento explicar lo que para mí era más lógico. Parece que nos hemos intercambiado los papeles, ahora soy yo el que busca la respuesta más coherente.

-De cinco mil personas más o menos, no desapareció nadie más salvo tus padres. Cuando vi esas cifras, sentí como que algo no cuadraba- su voz suena muy intensa, llena de interés-. Y me paré a pensar qué pudo pasar aquel día con ellos dos.

-¿Qué quieres decir?- estoy que exploto porque me diga lo que ha averiguado. Lo cojo de los hombros y lo giro hacia a mí para estar cara a cara- Dime de una vez que es lo que sabes.

-Creo que tus padres…- hace una pausa, mis ojos se abren con fuerza y me acerco hacia él para asegurarme poder oír lo que me tiene que decir. No soporto esta tensión- no están muertos.

 

Capítulo 4: El secreto


Deja un comentario

Capítulo 2: La noticia

UNA SEMANA ANTES

-¿Lo has terminado ya?- pregunto en un susurro a mi amigo Víctor al verlo en la biblioteca.

-Casi, me falta pasar unas cosas a limpio.

-Después hay que hacer otra redacción. Desde que llegó este sustituto, no hemos acabado una y ya nos manda otra- mi voz refleja algo de rabia; hacer trabajos constantemente agota.

Estudiar periodismo es un no parar: debemos hacer un análisis exhaustivo de los artículos que nos da, y es una dificultad añadida cuando encima nos obliga a analizar casos antiguos. En otras asignaturas debemos escribir un artículo de opinión o un comentario de texto sobre alguna noticia.

La parte divertida viene cuando hacemos entrevistas o presentaciones en directo, entre muchas otras cosas que no tienen ni punto de comparación.

-Lo sé… Empiezo a odiarle un poco- su resignación es clara-. Espero que no se quede mucho tiempo, no sé cuánto tardaría mi cabeza en explotar.

-Vamos hombre. Se supone que esto nos gusta, ¿no?- trato de animarlo, aunque parece inútil. Su mirada desesperada y vacía está fija en el montón de folios que tiene encima de la mesa.

-Eso creía. Tal vez esto no sea lo mío- ya no es susurro lo que suena, es tristeza.

-Mira, para la siguiente redacción te ayudo, ¿te parece?- más positivo no puedo sonar y menos en una biblioteca.

-Bueno… si me veo agobiado te llamo- alza la cabeza y me mira a los ojos con esfuerzo.

-De acuerdo- le sonrío con intensidad-. Ahora te dejo que pases eso a limpio. Luego nos vemos- me giro y camino hacia la salida. Aún trato de mantener mi mirada fija en él

-Vale- su mano se levanta para despedirse, pero lo hace con desgana.

 

-Supongo que ahora sí has acabado- estamos en clase esperando al profesor. Víctor está a mi lado bastante más animado.

-Sí- una sonrisa de oreja a oreja me demuestra que algo sucedió durante mi ausencia.

-¿Qué ha pasado? Esto no es cosa mía, mis palabras no fueron tan motivadoras- me entra la curiosidad y me muestro insistente.

-Cuando te fuiste, una chica se sentó a mi lado- creo que si no fuera porque estamos en el aula con los demás alumnos, estaría gritando de alegría.

-¿Y qué pasó?- consigue transmitirme su euforia y empiezo a sentirme igual de feliz.

-Nada.

-¿Cómo que nada?- el mundo se me acaba de caer encima. Me siento como un cristal que se acaba de resquebrajar.

-Solo me sonrió. ¿Sabes cuánto tiempo llevo sin…- el silencio surge de golpe. Víctor ni siquiera puede terminar la frase.

El profesor va al escritorio, coloca la chaqueta del traje en el respaldo de la silla, deja su maletín en la mesa y se ajusta la corbata.

-Hoy os traigo otra noticia que debéis analizar- inicia un paseo para repartir un folio a cada uno que ha sacado de su maleta.

Cuando llega a nosotros, me mira con firmeza, mostrando una leve sonrisa llena de intriga. Bajo la vista hacia el artículo y…

-¿Alex?- oigo murmurar a Víctor. Apenas capto su voz, suena muy lejana a pesar de estar a unos escasos centímetros- Alex, ¿me oyes?

Una sensación de vacío acaba de apoderarse de mí, como si no existiera nada más a mi alrededor. Me siento rígido como una piedra, cada uno de mis músculos está tenso. Mis ojos abiertos como platos.

-Vamos, Alex. Estoy aquí- su voz todavía sonaba distante-. Eso fue hace cinco años. Lo superaste- noto su mano en mi hombro. Me agita levemente para traerme de vuelta y, con dificultades, lo consigue-. ¿Estás bien? ¿Quieres que nos vayamos?- estoy en clase nuevamente, aunque muy desconcertado y confuso.

-No, no te preocupes- dirijo mi mirada hacia él y sonrío levemente-. Me he acostumbrado a vivir con mi abuela desde que murieron mis padres en aquel crucero. Además, eso fue hace mucho tiempo.

Me encuentro desolado, como si apenas sintiera todo lo que me rodea. Mi cabeza no para de darle vueltas al asunto, me atormenta esta extraña situación.

Cuando por fin es la hora, Víctor insiste en llevarme en coche hasta mi casa; solo son 15 minutos andando, por lo que me niego. Posiblemente la caminata me relaje y me sirva para aclarar mis ideas nuevamente.

-Tú sabrás- dice apenado.

-No te preocupes, gracias- nos despedimos.

 

Algo no va bien. La silenciosa oscuridad de la calle iluminada por la tenue luz de las farolas, junto al aire fresco, debería de haberme despejado la mente, pero tengo una extraña sensación. Sigo incómodo, ahora incluso me estoy poniendo nervioso. El paseo no ha sido una buena idea. Mis pasos se aceleran. De vez en cuando hecho un rápido vistazo hacia atrás, solo hay una calle desierta.

Es tarde y quiero llegar a casa cuanto antes. Solo me quedan unos pasos. Necesito atravesar esa puerta que me hará sentir seguro.

-¿Qué sucede, hijo?- mi abuela sale lo más rápido que puede de la cocina al oír el portazo que doy.

Respiro fatigado apoyando una mano en la pared. Doy fuertes bocanadas de aire y me relajo para tratar de responder.

-Creo que…- respondo entrecortadamente-, creo que alguien me sigue.

 

Capítulo 3: El accidente


Deja un comentario

Capítulo 1: El fin

No sé dónde estoy, acabo de despertarme. Lo último que recuerdo es que me empujaron hacia el interior de una furgoneta. Y encontrarme atado de pies y manos a una silla de madera no hace que me sienta especialmente seguro.

Creo que estoy en alguna planta de algún edificio abandonado; la mayoría de las ventanas están rotas y todo a mi alrededor está despejado, salvo una mesa metálica frente a mí con un arma sobre ella.

El vacío de este lugar hace que todo parezca inmenso. Siento mi corazón acelerado, como si quisiera salirse de mi pecho. El sudor corriendo por mi frente lo empeora más aún. Los nervios crecen desmesuradamente cuando comienzo a oír gritos y disparos. El eco que provoca este lugar aumenta la sensación de peligro. Parece que todo está sucediendo debajo de mí.

Trato de calmarme a pesar de la situación, cierro los ojos y respiro profundamente. Necesito pensar con claridad. Forcejeo para liberarme de las cuerdas que me tienen atado, pero no consigo más que hacerme daño. Solo se me ocurre balancearme en la silla, tal vez tenga la posibilidad de que se rompa. Hacia un lado… hacia el otro…

Vuelven a aflorar los nervios; no se ha roto. Ahora incluso estoy más limitado, apenas puedo moverme.

Encima, los disparos no cesan. Espero que sea la policía porque oigo sirenas fuera.

Por debajo de la mesa veo cómo se abre una puerta de emergencia al fondo. Solo consigo ver unos zapatos caros y elegantes, no logro ver nada más desde aquí abajo. Se acerca cada vez más, viene hacia mí. Trato de erguir la cabeza para verle la cara, pero todavía está lejos.

Mi pecho empieza a arder. Siento como todo mi cuerpo tiembla. Cada paso que da retumba en estas paredes y con cada uno de ellos me pongo más histérico.

El arma encima de la mesa… seguro que la cogerá y me matará.

Ya está, ya logro verle el rostro. Es uno de ellos. No cabe duda… todo esto tiene que ser por lo que pasó hace una semana.

-¿Listo?- su tono frío, al igual que su mirada, no muestran piedad para asesinar a un chico tirado en el suelo. La pistola me apunta directamente a la cabeza, miro a ambos alternativamente, tratando de prever cuando va a disparar.

-¿Por qué?- pregunto intentando mostrarme seguro, aunque sea en balde. Alguien como él sabe lo que hay en estas situaciones.

-Lo sabes, no creo que sea necesario explicártelo- a diferencia de mí, no tiembla. Su pulso es firme y tiene claro lo que tiene que hacer-. Cuanto antes lo haga, mejor- parece que aquí acaba todo.

 

Capítulo 2: La noticia