Kevin Mancojo

Diario de a bordo


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El lado positivo

Es curioso como en esta cuarentena (de la cual por fin vamos a salir, o eso parece) hemos descubierto cosas de nosotros que estaban reprimidas, ocultas o como queráis llamarlo. Además de sacar valor para hacer otras que no nos plantearíamos sin haber sufrido esta pandemia. Encima hemos dedicado más tiempo a aquello que no le prestábamos apenas atención, salvo la justa y necesaria.

En mi caso, por un lado, me puse con la papiroflexia. Era algo que hacía de pequeño, mi padre me enseñó a hacer varias figuras y de vez en cuando nos poníamos ambos a hacer alguna de ellas mientras tomábamos algo en algún chiringuito.

Evidentemente yo no recordaba hacer las mismas figuritas, así que terminé viéndome muchos tutoriales de diferentes animalitos hechos de papel. Algunos muy elaborados, los cuales se reconocen a la perfección y otros… bueno, cada uno que le eche imaginación. Y aunque los vídeos pudieran durar unos 5 o 10 minutos, yo podía echar casi la tarde entera haciendo solo dos figuras. Cosas de mancos. Y lo gracioso es que la mayoría se los daré a algunas personas que sé que les hará ilusión tener algo así.

Por otro lado está la repostería. La cocina en sí me gusta, pero nunca le dediqué tiempo a los dulces, hasta que mi madre descubrió cómo hacer bizcochos de una manera muy sencilla. Los primeros que hicimos eran muy básicos, los típicos de naranja y el de limón. Pero en cuanto a mí me das unos conocimientos básicos sobre algo, yo acabo investigando y experimentando con ello. Así que terminé probando a triturar nueces para echarlas a la masa, además de echar algunos trocitos más grandes para que hubiera algo más consistente al comer un trozo de bizcocho. Encima le echamos azúcar glass. Puestos a pecar, lo hacíamos ya del todo.

Tuvo mucho éxito en mis redes sociales, pues publiqué vídeos cortitos de cómo lo iba haciendo. Y admito que se convirtió en uno de mis bizcochos favoritos junto al de limón. Va a ser que no se me da mal eso de cocinar.

Y mi mayor locura durante esta cuarentena ¡fue la de raparme! Llevaba tiempo queriendo hacerlo, pero sabía que no me iba a gustar, teniendo en cuenta que soy de los que tiene un flequillo destacable. Pero yo no sabía si me iba a quedar bien si no lo probaba, además de que empezaba a ver el pelo asomar en cuanto subía un poco la vista y eso me ponía muy nervioso.

El problema era que mi maquinilla de afeitar no estaba hecha para tanto pelo y nos tiramos, mi madre y yo, día y medio para dejarme lo mejor posible sin estropearlo mucho. Fue raro verme con tan poquito pelo, pero poco a poco me fui acostumbrando.

Lo mejor de aquello fue la cara de mis amigos cuando hicimos una vídeollamada. Los ojos como platos y la boca muy, pero que muy abierta de la sorpresa que se llevaron. No se lo esperaban para nada y eso que llevaba días comentándolo.

Después de 4 semanas y pico ya me ha crecido bastante y la verdad es que me veo bien. Supongo que es cuestión de acostumbrarse. Además de que a mucha gente le gusta el corte. Ahora ya sé que si necesito un nuevo cambio, puedo acudir de nuevo al rapado.

Al final, entre unas cosas y otras, le he ido dando la vuelta al confinamiento y le he sacado mucho provecho. El tiempo que he tenido ahora lo he aprovechado más y mejor. Incluso empecé con proyectos que tenía pendientes desde hace tiempo.

A pesar de la desgracia y el distanciamiento que ha traído, yo he vuelto a sacar el lado positivo de todo esto. Requiere su esfuerzo ver más allá de que lo que vemos y oímos cada día en los medios y en las redes sociales, pero al final, poniendo ganas, se puede.

#NuncaDejéisDeSonreír