Kevin Mancojo

Diario de a bordo


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Sin manos

Otra categoría más: Sin manos

Inauguro algo que creo que puede ser divertido y además algo, en cierto modo, personal, demostrando como ha sido mi vida a pesar de mis dificultades. Esas dificultades siempre las he llamado retos, lo que me convertía en un pequeño cabezón que quería superarse con cada reto que se encontraba a lo largo de los años.

Sinceramente tendré que hacer memoria, y de la buena, para recordar momentos o historias que me fueron contando y así poder escribir las entradas. Pero espero que valga la pena y pueda demostrar de ese modo que todo tiene solución y sino, pues se la inventa uno.


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Las mil y una noches

Nueva categoría: Las mil y una noches.

Pensé algo que pudiera hacer blog un poquito más entretenido y creo que a todos nos gusta leer alguna que otra historia cortita de vez en cuando y más aún si puedo hacer algunas variantes que tal vez os vaya comentando.

Siempre me ha gustado escribir, es una manera de soltar todo lo que tenemos dentro; plasmar los gustos, los deseos o los sentimientos, entre otras cosas, resulta fácil cuando se escribe, solo se necesita el momento adecuado. De ahí el motivo por el que escribo sobre cualquier cosa, a parte de tratar de ayudar de un modo u otro con algunos temas.

Por ahora no pondré todas las cartas sobre la mesa y pensaré cuál puede ser la mejor manera de llevar esta categoría en un principio (ya dije que puede haber variantes) y según vuestras opiniones e interacciones seguiremos avanzando, y ya veremos de qué manera lo haremos.


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¿Hice lo que quería hoy?

Llevo años hablando con una amiga que en experiencia me lleva unos cuantos pasos, cuando en realidad suelo ser yo el que lleva esa ventaja, al menos en mi entorno.

Sabe hablar, siempre digo que tiene el don de la palabra y muy a menudo tiene que decirme «te lo dije». Para muchos esa frase es odiosa, pero a mí me encanta, aunque no lo parezca. Significa que ella ya veía venir lo que yo no y que todavía me queda mucho por aprender para prevenir ciertas cosas.

Siempre me ha tratado de avisar y a pesar de tenerlo todo muy en cuenta, termino por cometer mis errores. Es lo normal.

Solemos tener opiniones distintas y las defendemos con fuerza, pero ella muchas veces me supera con creces. Como ya dije, tiene el don de la palabra. No significa que deje de tener mi opinión propia, pero sí que he de defenderla y argumentarla mejor como hace ella conmigo. He llegado a ceder en algunos temas y darle la razón, simplemente lo veía de una manera que no era la correcta y terminé tomando otra postura distinta.

Tantos años de conversación, tantos debates y tantos consejos llevaron a algo que hizo que cambiara mi visión de la vida. Fue durante la época que lo veía todo negro y como de costumbre acudí a ella. Sabía que si alguien podría librarme de aquella carga sería mi amiga y lo consiguió. La entrada de La felicidad es prácticamente obra suya. Vi el mundo de esa manera gracias a ella. Me dijo que nadie es imprescindible, que la soledad no es mala, que no hay que depender de nadie. Obviamente aquella conversación fue más que solo esos tres puntos y cogí todo aquello para amoldarlo a mi día a día.

Desde ese momento empecé a ser feliz de verdad, la gente en mi vida iba y venía igual que antes, pero yo no lloré las pérdidas, no lo veía necesario. Vi que si no cosía mi vida a los demás podía estar a gusto, hicieran lo que hicieran.

Tampoco necesitaba salir de casa constantemente, no necesitaba salir por ahí día sí y día también porque valoré los momentos de soledad. Un libro podía hacerme muy buena compañía también o mis lápices para dibujar o mi ordenador.

A partir de todo aquello empecé a hacerme una especie de control, un medidor de felicidad y es tan simple que lo recomiendo a todo el mundo. Consiste en una simple pregunta al final del día: ¿hice lo que quería hoy? Creo que pocas respuestas negativas he tenido hasta hoy y cuando las he tenido las he corregido pensando en lo que había fallado. Esos fallos podían ser cualquier cosa: no haber aceptado la propuesta de un amigo de ir al cine solo porque la película que me dijo no me gustaba. Tal vez ese día perdí la oportunidad de haber conocido a alguien o a lo mejor no disfruté de unas buenas risas. También pueden ser fallos totalmente contrarios: el haber rechazado ir a la playa evitó que lo pasara mal en la cama por haberme quemado o a lo mejor prefería ver una serie en casa, sin más, disfrutando de la soledad.

Sinceramente un gran porcentaje de mí (No somos nadie, somos todos) se debe a esta amiga porque sus consejos se convirtieron, en gran parte, en mi base de ver la vida.


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La sauna del verano

Ahora que acaba el verano voy a recordaros a todos algo que nos ha pasado alguna vez en la vida, especialmente los días de calor por desgracia.

¿Qué tal dormís en verano? En ropa interior sin duda y algunos hasta con un ventilador puesto. Pero un par de veces a la semana más o menos tenéis visita por la noche (y no es vuestra pareja ni vuestra mascota) como la tengo yo. ¡El adorable mosquito!

Estáis en la fase REM y soñáis con un helicóptero acercándose a vosotros, sin embargo os despertáis y es un mosquito. De un salto os levantáis y cogéis la manta a toda prisa y os tapáis por completo hasta no ver nada.

A lo lejos escucháis el aleteo del insecto y poco a poco sentís que se va acercando. Os acurrucáis más sobre vosotros mismos y os tapáis mucho más. Todo esto mientras las gotas de sudor os recorren todo el cuerpo y vuestras ganas de dormir se desvanecieron. Vuestro propio aliento os empieza a asfixiar y os volvéis a estirar un poco. La manta la bajáis un poquito de tal manera que solo sobresalen los pelos de la cabeza, el mosquito no se atrevería a picar ahí.

Suena de nuevo cerca de vosotros y os removéis para espantarlo, pero no surte efecto. Así varias veces.

Seguís pasando calor y todo está empapado de sudor. Ahora os atrevéis a dejar la cabeza fuera y soltáis todo el aire de vuestros pulmones para poder respirar oxígeno por fin.

Ahora que revolotea por vuestra cabeza sacáis un brazo y lo agitáis con fuerza. Surge el silencio de repente y os destapáis un poco más, hasta el pecho o más abajo. Tratáis de dormir creyendo que habéis ganado la batalla, pero el ruido vuelve de nuevo. Intentáis matarlo a ciegas y parece que ya lo habéis conseguido, pues no se escucha nada, así que os quitáis la calurosa manta de encima de una vez por todas.

Al día siguiente estáis llenos de picotazos.

Espero que os haya gustado, quería cambiar un poco la manera de relatarlo y meteros un poco en el papel. Sé que algunos no se sentirán identificados, pero otros sin duda lo verán ante sus ojos al leerlo.


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«Los juegos del hambre»

Hace unos días me acabé «Los juegos del hambre» de Suzanne Collins y… ¡quiero más!

Supongo que tendré que comentar un poco de que va a pesar de ser bastante conocido: se centra en un futuro oscuro que está gobernado por el Capitolio. Ellos dividieron en 12 distritos Panem, el país en el que está ambientado, y cada año escogen al azar a dos tributos de cada distrito (chico y chica) e inician un reality show donde solo hay una norma, matar o morir. Katniss Everdeen, la protagonista, se presenta voluntaria para evitar que sea su hermana la que tenga que participar y morir.

Hacía mucho tiempo que no me leía un libro así, que me enganchara con esa facilidad. Creo que se ha convertido en mi segundo libro favorito después de «Él médico» de Noah Gordon.

Es simple de leer, es en primera persona y me gustó que encima hablara en presente; convertía las situaciones mucho más reales y creíbles. Es una lectura rápida incluso para los que no somos zampa libros.

Los personajes tienen un carácter marcado desde un principio y a casi todos se les acaba cogiendo cariño de una forma u otra, ya sea por la relación que la protagonista tenga con ellos o por la forma de actuar que tiene cada uno. Además muestran madurez, algo que necesitan en ese país en el que viven.

Las descripciones no se llegan a hacer pesadas como en otros libros y hay flashbacks sencillos que incluso sirven para poder seguir el hilo de la historia o más bien de Katniss.

Lo curioso de «Los juegos del hambre» es que combina la crítica social con la historia de tal manera que no se hace aburrido, no es un constante ataque, es en unos precisos momentos donde uno se da cuenta de eso. Y a diferencia de la película, se nota mucho más gracias a los detalles y pensamientos que da la protagonista.

Si uno se para a pensar, no hay tanta diferencia entre su gobierno y el nuestro; estamos separados por comunidades autónomas, debemos pagar las «rentas» como hace cada distrito, y el simil que encuentro entre el reality show y nuestro mundo son las manifestaciones, las huelgas y las diferentes maneras de enfrentarnos al gobierno, siempre acaba habiendo heridos sin que hayamos podido hacer gran cosa.

Solo puedo decir que estoy esperando con ansía los dos siguientes libros: «En llamas» y «Sinsajo» y espero acabarlos antes de que salga la última película.


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No somos nadie, somos todos

Desde hace bastantes meses me di cuenta de que realmente no somos quienes creemos ser.

Me paré a pensar cosas que había oído de padres, mis vivencias con los niños, mi propia experiencia a lo largo de los años y llegué a una conclusión; desde bien pequeños adquirimos gran parte de nuestros padres. Los niños son como un espejo que imitan nuestros movimientos, nuestros gestos, nuestras palabras. Según pasan los años, esas costumbres son prácticamente nuestra base, a partir de aquí comienza el aprendizaje entre amigos: las palabrotas, los gustos, las ideas, la manera de divertirse. Esto lo adquirimos gracias a los que nos rodean. Nunca aprendemos si no observamos y no escuchamos.

En la adolescencia prestamos atención a los consejos de otras personas, algunos de la tele, de internet, de personas que admiramos y otros de amigos. De nuevo añadimos más a nuestro ser en base a otras personas.

Así constantemente, vamos formándonos poco a poco gracias a personas que admiramos, libros que leemos, amigos, familia, películas, etc. Y me paré a pensar… ¿quiénes somos realmente? ¿Nuestros padres que nos educaron y nos dieron unos valores que eran suyos? ¿Nuestros amigos que nos enseñaron a jugar, a decir palabrotas, a hacer locuras? ¿Nuestro fiel compañero que nos ha aconsejado durante toda la adolescencia? ¿Somos esa persona famosa que vemos actuar y que nos encanta su personalidad y adquirimos parte de ella? ¿O somos las reflexiones de ese libro que leímos durante nuestras noches en vela?

Me lo imaginé como un puzle en el que cada una de las piezas es alguien o algo que se nos ha cruzado en nuestro camino y que según iba montando, reconocía una imagen: yo, o más bien, nosotros.

Me di cuenta de que no somos nadie, somos todos.

 


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La biblioteca

Abro otra categoría, La biblioteca.

No soy un crítico, ni un zampa libros (así llamo yo a las personas que se leen libros en unas horas cuando yo tardo unas semanas, las admiro), pero últimamente estoy yendo bastante a la biblioteca y siempre me acabo llevando algo para leer.

He llegado a coger toda clase de libro: desde una biografía (El mundo amarillo de Albert Espinosa) hasta fantasía (El castillo ambulante de Diana Wynne Jones). E intentaré seguir así, sin rumbo alguno, leyendo uno tras otro.

Con algunos incluso he llegado a reflexionar con algunas frases como me pasó con El curioso incidente del perro a medianoche de Mark Haddon.

Otros por desgracia tuve que dejarlos a mitad porque no lograba adentrarme en la aventura, como me pasó con la trilogía La materia oscura de Philip Pullman (La brújula dorada, La daga y El catalejo lacado).

A partir de ahora intentaré plasmar mis ideas, mi opinión, incluso mis reflexiones (si surgen) de los libros que vaya leyendo.

Como dije, no soy crítico ni un zampa libros, así que trataré de hacerlo lo mejor posible y compartiendo con los que me sigan, las diferentes opiniones que tengamos.


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Las buenas acciones del día

Llevo varias semanas haciendo algo que, aunque lo he llegado a hacer con anterioridad, ahora lo hago de una manera consciente: las buenas acciones del día.

Sinceramente no son muchas las que llevo: tirar una caja de cartón de helados a la basura, recoger la zapatilla de un niño, esperar a que la madre de una amiga la recogiera cuando ni siquiera había quedado con ella, devolverle una banqueta a una feriante, detener el globo que se iba volando de una niña.

Son acciones tan simples que al principio ni me daba cuenta, las había hecho en muchas ocasiones, siempre me ha gustado ayudar, pero ahora que he tomado conciencia de ello lo veo de una manera distinta. Siguen manteniendo esa simpleza, pero cuando las hago me siento diferente, me siento más completo, me enorgullezco de mí mismo de tener esa humanidad que muchos han perdido.

Y lo más importante es que tras cada buena acción, viene una sonrisa. Una sonrisa leve que apenas me percato de ella, pero que está llena de felicidad. Surge justo en el momento en que la otra persona te mira a los ojos, en ese momento ya te ha dicho gracias sin haber abierto la boca y tú te sientes orgulloso de ello.

Lo curioso de esto es que creo que cuantas más acciones se hagan a lo largo del tiempo, más a menudo surgirán. Supongo que se debe a que al principio se ven de manera ocasional, pero más tarde cualquier cosa se convertirá en la buena acción del día: ayudar a alguna señora mayor a llevar las bolsas de la compra, ceder el asiento (en cualquier lugar) a la persona que sea incluso a gente de tu misma edad que estén agotados, permitir que otras personas entren antes que tú a algún sitio o mantener la puerta abierta a otros. Así muchísimas más que, a pesar de sonar a las más comunes, son buenas acciones que hacen a cualquiera mucho mejor persona.

Conozco gente que las ha hecho y la sensación es la misma. Es como ceder una parte de ti al resto del mundo sin querer nada a cambio, la propia acción ya se cobra su deuda al hacer aparecer esa sonrisa estúpida y orgullosa.

Recomiendo a cualquiera hacer algo bueno una vez al día o como mínimo dos o tres veces a la semana. Merecerá la pena sentir ese subidón de autoestima. Yo seguiré tratando de hacer todas las que me surjan para sentirme mejor.