Kevin Mancojo

Diario de a bordo


Deja un comentario

El sol

Y seguimos de cuarentena otra semana más, o eso creo, hace tiempo que perdí la noción del tiempo. Ya no sé ni en qué día vivo.

A decir verdad, no le vería ningún problema sino fuera porque la mayor parte del confinamiento lo he pasado con un cielo gris, con lluvia e incluso alguna que otra tormenta. Tengo un precioso jardín que podría aprovechar todos estos días, pero sin sol es algo complicado. Y sí, he dejado claro que a mí el invierno y el otoño no me convencen mucho. Tengo claro que cada estación y cada situación meteorológica tiene sus cosas bonitas, la nieve me flipa una barbaridad, teniendo en cuenta que no la veo casi nunca. Pero cuando el cielo encapotado se vuelve una constante dejo de verle lo bonito. A esos colores apagados les queda poco para apagarme a mí y eso no lo hace cualquiera.

Aun consigo entretenerme con miles de cosas, no me pude aburrir todavía. Netflix tiene muchas series y películas que no tienen pérdida alguna, tengo muchos libros por leer, juegos que jugar, familia y amigos con los que charlar. Sin embargo, el ánimo con el que enfrento la situación cambia un poquito por el clima por el que estamos pasando. Posiblemente haya conseguido que no me afecte casi; trato de convertir lo malo en un estado lo más neutral posible o incluso positivo, sacando algún aprendizaje de ello. De esa forma, las situaciones complicadas dejan de ser tan jodidas, hablando en plata. En este caso, con esos colores grises en el cielo, he logrado neutralizarlo todo lo posible y he descubierto que en cuanto sale un rayito de sol vuelvo a sonreír sin darme cuenta. Hago las cosas con más energía y con muchísima más ilusión.

Por suerte ayer tuvimos un día de verano y lo pasé prácticamente todo el tiempo fuera, leyendo, haciendo algo de deporte y jugando con mi perra. Incluso acabé poniéndome moreno. No paraba de estar de broma con mi madre. Me reía por cualquier cosa. Todo tenía algo bonito por lo que sonreír. El ánimo era distinto, era más positivo.

Y es que al parecer el sol tiene esa capacidad. Es capaz de cambiar nuestro estado de ánimo. En algunos casos a peor (hay gente que odia el calor, el estar sudando y esas cosas típicas que a mí no me desagradan). Sin embargo, en mi caso, y quiero creer que en el de la mayoría, lo cambia a mejor. Las cosas se toman con mejor humor, no nos afecta todo de manera tan personal. Nos relajamos y nos despreocupamos como si el sol fuera capaz de echar nuestros males afuera. Y ojalá fuera así, pero al menos nos despeja la mente por un tiempo.

No quiero imaginarme pasar un mes entero o más con el cielo gris porque, en nuestro caso, ni siquiera llega a llover la mayoría de las veces. Simplemente  no permite dejar al sol hacer su trabajo. La madre naturaleza ha decidido jodernos a base de bien. Así que yo he decidido resistir y hacerle frente con más energía todavía.

#NuncaDejéisDeSonreír


Deja un comentario

Gente creativa

Hoy hablaré de lo que todos sabemos. Ese ser que ha provocado que la gente se vuelva creativa, que conecte con familiares y amigos mediante la tecnología, incluso que haya reuniones de vecinos en urbanizaciones desde los balcones. El coronavirus.

Trataré de tocar la parte bonita de todo este asunto porque la de que se podía haber evitado antes, la gente apática que sale a la casa y todas estas situaciones no deberían de tener mayor relevancia. Al fin y al cabo ya no se puede evitar, así que, qué menos que ver el lado bonito a esto.

Yo por mi parte trato de ser lo más creativo posible. Sí es cierto que no noto tanta diferencia, pues por norma general paso bastantes horas en casa. Sin embargo, las horas de gimnasio, el paseo largo y tendido con mi perra o el quedar con mis amigos al final lo termino notando. Hoy  mismo me puse a hacer algo de ejercicio con lo que pude y la verdad es que ha funcionado, mejor de lo que esperaba. Un par de bolsas de plástico, un par de piedras dentro y ya tenía mis mancuernas listas para hacer tríceps, hombros, espalda… Incluso aproveché unas escaleras para hacer cuádriceps. Quién no hace deporte es porque no quiere.

Aun así, la parte más creativa surgió ayer, cuando en Instagram decidí hacer un directo. En él propuse un juego. Yo escogía una palabra de un libro cualquiera, ellos debían decirme un número de página y el renglón. Después debía darles pistas para indicarles cuál era la palabra que yo escogí. Por ejemplo: si yo decía “día” la gente me respondía “noche”. Algo muy simple, pero terminamos echando más de media hora jugando.

Además de eso, acabé haciendo una vídeollamada con mis amigos. Nada inusual, no era la primera que hacíamos. Pero sí la primera en la que empezamos a jugar. Primero decidimos dibujar en 30 segundos lo que se nos ocurriera y los demás debían adivinarlo después. Fue raro, muy raro, pero nos reímos y mucho. También pudimos hacer un “arriba el lápiz”: debíamos elegir una letra y con ella teníamos que escribir una lista de cosas que propusimos (nombre propio, país, marca, comida, objeto…). Todos debíamos levantar el bolígrafo en cuanto uno de nosotros hubiera escrito con esa letra una cosa de cada. Entre unas cosas y otras se me pasó la tarde volando.

También está Netflix donde tengo un sinfín de series y películas en mi lista. Y bastantes libros por leer… Vamos, que no puedo aburrirme por más que quiera.

Y es alucinante la cantidad de gente creativa que hace más ameno este confinamiento. Los mini conciertos de diversos cantantes en sus redes sociales, los deportistas mostrando algunos entrenamientos para llevar a cabo en casa, las fiestas en los balcones y los memes y vídeos que hay por internet sobre el coronavid-19, entre muchas otras cosas, son la prueba más directa de la capacidad de creación que tiene el ser humano, además de la necesidad de socializar. También muestra la solidaridad que tenemos en este tipo de situaciones. A pesar del egoísmo que se ha podido demostrar en determinadas ocasiones, al final cobra más valor lo positivo que trae esta pandemia.

Posiblemente el final de este acontecimiento provoque un cambio a muchísimos niveles, nos llevará a la reflexión, cada uno sacará sus propias conclusiones. Y a nivel histórico será estudiado por futuras generaciones.

Lo que tengo claro es que ahora mismo, La Tierra, se llevará un pequeño descanso mientras nosotros estemos en casa.

#NuncaDejéisDeSonreír


Deja un comentario

Tan simple

Las sensaciones que pueden aflorar en una persona con cosas tan banales como unos árboles en flor.

Este fin de semana me tocó otra excursión con amigos para ir a ver la floración de Cieza (Murcia). Yo no sabía de su existencia hasta que hace un año o dos, en las redes sociales, vi muchas fotos de los diferentes árboles repletos de unas flores rosáceas que llamaban mucho la atención. En aquel momento lo anoté en mi lista de cosas para ver antes de morir y al fin pude pisar aquellas tierras.

¿Sabéis esos viajes en coche donde el paisaje comienza a cambiar poco a poco y deja de tener unos colores para acabar teniendo otros? Pues algo parecido ocurrió según nos íbamos acercando a Cieza. La ciudad en sí no la había visitado nunca y, aunque la recorriéramos en coche, me llamó bastante la atención. Pero es que cuando descubrimos los campos en flor ya me terminé enamorando del todo. Es curioso como algo tan simple es capaz de generar tantas emociones.

Me podría haber tirado horas entre los árboles paseando. Además, mi ojo fotográfico me pedía fotos, muchísimas fotos, pero no tenía cámara (la mía se me fastidió). Así que tiré de lo que tenía: el móvil. Mis amigos y yo nos empezamos a hacer una mini sesión aunque fuera con nuestros móviles. Tengo claro que he de volver con cámara y hacer fotografías súper elaboradas.

Los colores son capaces de generar emociones en las personas (hay tablas y gráficos sobre ello) y el de estas flores provocaba una sensación muy bonita, de dulzura, de estar muy a gusto. Recuerdo que había muchísimas abejas y, a pesar de que mis amigos y yo solamos evitar a estos bichos, estábamos muy tranquilos haciéndonos las fotos. No nos molestaban, ni nosotros a ellas. Todo era calma.

Siempre he tenido debilidad por la naturaleza. Suelo decir que tengo sensibilidad por y para el mundo, lo cual hace que una experiencia de lo más simple provoca en mí una reflexión o que me emocione o tal vez ambas. Así que imaginad cómo me puse aquel día al ver los campos tan rositas. No necesitas nada más para tenerme entretenido un día entero.

Encima se sumaba el solazo que tuvimos. Digan lo que digan, el sol da vida (literalmente incluso). Daban ganas de pasearse, de descubrir rincones nuevos y simplemente pasar las horas fuera de casa.

Tener un buen día a veces solo surge si decides salir a la calle a dar una vuelta. En ocasiones, si todo cuadra, podrás acabar con una sonrisa de oreja a oreja con muy poco. En mi caso fue suficiente con ver la floración de Cieza.

#NuncaDejéisDeSonreír