Kevin Mancojo

Diario de a bordo


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Una manera de concienciar al mundo

Ya que se ha vuelto tan viral el Ice bucket challenge voy a hablar de ello, además de haber leído una y otra vez los mismos comentarios que me han resultado interesantes.

Para empezar, explicaré de que va: es un reto en el que todo tipo de famoso (también hay gente no famosa que lo ha hecho) debe echarse por encima un cubo de agua helada para que de esa manera capten la atención y así concienciar al resto del ELA (esclerosis lateral amiotrófica) y ayudar para buscar una cura o para facilitar el tratamiento. A su vez, la persona desafiada debe nombrar a otras tres personas para que hagan lo mismo y en el caso de no hacerlo antes de 24 horas deben donar una cantidad mayor, puesto que se supone que ya de por sí donan dinero.

Ahora vienen esos comentarios que he leído una y otra vez estos días: «todo el mundo echándose agua y los niños de África pasando sed». Sinceramente no sé a qué viene eso a estas alturas… ¿la gente se preocupa de repente por los países subdesarrollados? Se me ocurrió una respuesta a esta pregunta y es que creo que aquellos que sueltan esas frases solo intentan evitar hacer el reto o quizá para generar polémica, no lo sé, es lo único que se me ocurrió porque no veo comprensible que esa gente diga esas cosas cuando seguramente les sobre la comida en el plato. Donde los granitos de arroz que han sobrado los dejan sin más, mientras que esos niños que intentan defender con lo del agua, darían mucho por ello. Y en el caso de no ser así, siempre habrá algo que esos pequeños valorarán mucho más que cualquiera de nosotros porque posiblemente acabemos tirándolo a la basura o desinteresándonos por ello. Es lo normal, no valoramos lo que tenemos realmente, solo si viviéramos su misma situación lo comprenderíamos. No veo necesario hacernos ahora los preocupados.

Las cosas o se hacen bien o no se hacen… si la gente se preocupa de verdad por esos niños que actúen de otra forma, hay muchas maneras de hacerlo. No se necesita criticar ni menospreciar otro acto que en realidad ha ayudado mucho. Yo desconocía la ELA y a base de vídeos me fue llamando la atención e investigué. Me pregunté por qué tenía que ser agua fría y busqué por internet, incluso pregunté a gente y encontré mi respuesta, se debe a que las personas que tienen esta enfermedad sufren esa sensación que nos provoca el agua helada en ese preciso momento en que nos cae encima. Y todo este desafío se debe a Pete Frates, un ex jugador de béisbol que le diagnosticaron ELA recientemente.

El problema de todo esto está en las personas que solo lo hacen por diversión, por moda y que ni siquiera se dignan a donar… Eso sí lo veo una pena porque hay muchas otras formas para divertirse sin tener que desperdiciar agua de esa forma. Además de ni si quiera pensar en la causa y el motivo de ese reto.

Aun así, gracias a este desafío se ha donado mucho dinero, unos más, otros menos, algunos nada (por desgracia), pero al menos se ha recaudado y se ha dado a conocer algo que muchos no conocíamos. Ahora, aquellos que se preocupan de verdad por los niños de África, les toca poner patas arriba el mundo para ser capaces de ayudarles también.


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La intuición precede

Hoy me ha costado escribir por dos motivos: falta de inspiración y otras razones que creo que van a provocar un par de ideas para las semanas siguientes.

Por casualidades de la vida o a saber por qué (algo de lo que quiero hablar algún día) justo hoy tenía intención de comprarme una Gopro Black, las cámaras que están actualmente tan de moda y que se pueden montar prácticamente a cualquier cosa. Busqué en diferentes sitios y estaban agotadas, y lo peor es que ya no parecen producirse más porque han sacado otra.

Lo curioso de esto es que quería comprármela hace ya varias semanas, tenía todo para ir a por ella y por unas cosas y otras no lo hice. Y hoy al hacer bastantes kilómetros con el coche y salir con las manos vacías (chiste fácil) me desesperé, ni si quiera la edición silver que me ofrecieron me interesaba a pesar de ser mucho más barata.

Recordé en aquel momento el día en que quería comprármela y que mi voz interna dijo que lo hiciera sin dudarlo, esa sensación que tenemos en un momento determinado que nos impulsa a hacer algo en concreto y que por desgracia en ocasiones no nos dejamos llevar por ella como me pasó a mí.

Esa sensación se llama intuición y creo que no miento si digo que a todos nos pasa que cuando la tenemos y no le hacemos caso, nos arrepentimos después. No sé de dónde sale, ni cómo narices funciona, pero es tan alto el porcentaje de acierto que resulta estúpido no guiarnos por la intuición y sin embargo la dejamos pasar de largo como hice yo.

Creo que es una de las muchas lecciones que he aprendido porque siento como que me he fallado a mí mismo por no haberme escuchado en un principio y eso no es bueno a pesar de aprender de ello.

Supongo que necesitamos cometer estos errores para darnos cuenta de que la intuición es una parte importantísima de nosotros y que tenemos que aceptarla. Tal vez no la escuchemos porque nos da miedo que esté en lo correcto, tal vez simplemente tenemos que llevarnos la contraria a nosotros mismos para pegarnos ese porrazo, tal vez le demos demasiadas vueltas a las cosas en vez de dejarnos llevar de vez en cuando. Sea como sea no pienso volver a hacer tantos kilómetros sin una cámara.

A partir de hoy tengo un pequeño lema para este tipo de cosas: la intuición precede.


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No hay playa de sobra

Vuelvo con algo curioso que solo pasa en verano y que curiosamente no se me había ocurrido hasta que una mañana di un paseo y escuché a unas personas en la playa hablar de ello.

Dicho esto, os pongo en situación: a una hora temprana os apetece ir a la playa y os lleváis todo lo necesario, las toallas, sombrillas, las mochilas, etc. Estáis prácticamente solos, salvo una parejita a unos 300 metros al lado izquierdo y al otro lado, a algo menos de distancia, unos padres con su hijo.

Empezáis a disfrutar del baño, del agua, de todo lo que suele hacerse en estos casos hasta que pasa una hora y volvéis al lugar donde habíais dejado vuestras cosas. Ahora entre la parejita y vosotros ya hay un par de viejitos y al otro lado unos adolescentes. Sin embargo, hay mucho espacio aun entre todos los que estáis allí.

Repetimos la acción y ahora, tras otra hora de baño volvéis, o más bien lo intentáis, puesto que se os ha plantado encima de vosotros una familia entera. Las toallas se tocan por completo, las típicas sillas de playa están pegadas a vuestras mochilas y la sombrilla… ¿para qué? La vuestra ya les da sombra de sobra para no poner la suya. La cara de estúpido no os la quitará nadie y las ganas de mandar la familia entera a otro lado os la aguantáis porque si no os acabáis llevando la bronca vosotros.

Os hacéis la pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez en esos casos: ¿no tenéis otro trozo de playa que no sea el mismo que el mío? A parte de esta duda existencial, se nos pasan miles de cosas por la cabeza, pero no dejamos que ninguna salga a la luz y sinceramente no sé por qué. Soltarles todo lo que pensamos en ese momento no llega a ser ni una mínima parte de la falta de respeto que han tenido ellos invadiendo la intimidad de esa forma.

Teniendo playa de sobra, sienten esa necesidad de ponerse justo al lado y de verdad que no sé qué les pasa por la cabeza a esas personas. Me ha llegado a pasar en alguna ocasión y otras situaciones que también me han contado y es que siempre hay casos así año tras año. No hay forma de llegar a ninguna conclusión ante algo así salvo la de que no piensan y es que me resulta imposible creer que esas personas se paran a pensar en si molestan o no a la persona que está ahí porque creo que si lo hicieran sentirían esa incomodidad que tiene que dar y no lo harían. A nadie le gusta que le respiren detrás de la oreja sin ni si quiera conocerse de nada.

Por suerte estoy disfrutando el verano sin tener que ir a la playa así que no he sufrido acoso de nadie y espero que siga siendo así.


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¿La televisión en desuso?

Llevo tiempo preguntándome si internet empieza a superar la televisión, me explico: ¿cuánta gente ve películas en las diferentes páginas webs que existen? O si nos perdemos algún capítulo de alguna serie también podemos acudir a internet, incluso tragarnos series completas, temporada tras temporada. Y más en la era en la que estamos, la era de la tecnología, donde los niños nacen con un móvil bajo el brazo.

Hace poco me preguntaba si la gente ha dejado de ver tanto la tele como lo he hecho yo. Apenas la veo y si lo hago es para ver dibujos animados (de esto tengo que hablar algún día) o como mucho algunas series de comedia. Desde hace ya varios años que apenas la veo por varios motivos. El primero es por la cantidad de anuncios que ponen. Sí, entiendo que las ganancias de la televisión se basa, en su gran mayoría, en la publicidad, pero que se tiren 13 minutos digo yo que es un poco exagerado, ¿no? Y lo peor es cuando ponen los anuncios, vuelven con la serie o la película y a los tres minutos vuelva la publicidad, es en ese momento en el que pongo los dibujos animados y me ahorro esa media hora.

Otro motivo es la cantidad de programas de corazón que hay. Acepto a los que vean ese tipo de programas, pero yo no lo aguanto, no me interesa para nada la vida de personas que se han ido haciendo famosas por haber estado saliendo con alguien «importante». Y mucho menos me interesan las mentiras que se buscan para los momentos de «vacío», momentos en los que no ha sucedido nada, pero empiezan a retorcer las palabras a su antojo hasta conseguir lo que quieren, el morbo para atraer a la gente. En general, para mí ese tipo de programas son innecesarios y más aun a la hora en la que los niños suelen estar viendo la tele. Tal vez algunos puedan responderte mejor lo que duró la relación de cierta pareja que la capital de su propio país. Espero que no sea así de verdad y que solo quede en un ejemplo mío.

Luego están las noticias, las cuales siempre son lo mismo: tragedias, crisis, corrupción, asesinatos, accidentes, y así una larga lista de tristeza… Además de la manipulación de la información por los ideales de los directores de los canales. No quiero decir con esto que todo lo que se nos muestra sea falso, pero sí que se les puede llegar a dar unos pequeños retoques para que no manche tanto las creencias que tienen.

El horario de las series es algo que, aunque no odie, sí que hacía que me perdiera algunos capítulos por el motivo que fuera. Es difícil estar cada viernes a las 11 de la noche delante de la tele o en algunos casos, simplemente el trabajo impide estar preparado en el sofá justo antes de disfrutar de una buena serie. Es algo bastante complicado de cambiar, no siempre se puede complacer a todo el mundo.

También la competencia que se hacen unos canales a otros se nota; dos películas o series que se dan simultáneamente es un fastidio, ¿cuál te pones a ver? No creo que sea divertido ver algo a medias aprovechando los anuncios, aunque teniendo en cuenta que duran tanto… tal vez salga rentable.

Después de todos estos motivos, dejé de ver la tele prácticamente por completo y comencé a ver lo que  me gustaba por internet cuando me apetecía, sin anuncios y sin horarios. Y sé que no soy el único que hace eso y que ha dejado de lado la televisión, así que el poder de la nueva era se va apoderando de nosotros e internet posiblemente se convierta en una especie de nevera en la que abramos la puerta, echemos un vistazo, decidamos lo que más nos apetezca y lo cojamos.

Creo que a este tema debo incluir un vídeo que hizo hace poco mi youtuber favorito, Luzu. Cuando lo descubrí me di cuenta de que coincidíamos en bastantes cosas y esta era una entre muchas otras. A parte de inspirarme en él para esta entrada, el principal motivo fue porque me puse a cenar, puse la tele y si no me equivoco, de los 10 minutos de cena, solo dos pude ver algo decente.


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La pierna acuática

Esta entrada se debe a una conversación que tuve con una amiga. Ella quería ver qué podía publicar de un día en Aqualandia, en Benidorm, con un grupo de amigos (ella formaba parte también) y la verdad es que me surgieron bastantes cosas de las que podría escribir (puntualidad, despistes en la autopista, olvidar las entradas, etc.), pero creo que de ese domingo saqué algo muy importante.

Todo comenzó con unas semanas de antelación en las que fuimos decidiendo todo y donde yo decidí por ir a un parque acuático y no mojarme. Suena absurdo, lo sé, pero llevar una pierna artificial da bastantes problemas en algunas ocasiones, sobre todo en algunas como estas. Lo tenía bastante claro desde que me lo propusieron. Iba a ser la taquilla personal para el resto puesto que no iba a bañarme ni a tirarme por ninguna atracción.

Aun habiendo tomado aquella decisión, preferí guardarme un as bajo la manga por si las moscas. Por lo que me llevé la «waterleg» como la llamaron mis amigos (una simple pierna artificial que puede mojarse). Suena muy futurista, pero no. Todavía no soy un cyborg.

Al llegar allí ya empezó lo de siempre; todo el mundo mirando y niños preguntando a sus padres. A eso ya estoy más que acostumbrado, son 21 años en los que me ha dado tiempo a despreocuparme por algo así.

La primera media hora la pasé mirando al resto divirtiéndose con el agua. Algo de envidia corría en mí y cuando otra amiga me dijo que si me apuntaba a ir al «Río» (una corriente de agua suavecita en la que te puedes relajar bastante), no tardó mucho en convencerme. Iba a ser un fastidio el hecho de tener que acabar cambiándome de pierna, pero iba a perderme algo grande si no lo hacía…

Una vez listo, la gente miraba más asombrada aún, pues a veces la gente ni se da cuenta que no solo son los brazos los que fallan. Empecé a sentirme algo incómodo porque no había hecho algo así nunca, salvo de pequeño, cuando todavía no sabía nadar. Incluso un amigo empezó a ponerse nervioso por haber captado la atención de medio Aqualandia.

Comenzamos la aventura con una zona tranquila de burbujas, estilo jacuzzi. Allí empezó la primera broma, cuando una amiga le dijo al socorrista si podía guardar la pierna; solo la usaba para desplazarme de un sitio a otro. Para bañarme o tirarme en algunos sitios me la quitaba ya que flotaba y no podía moverme tranquilo.

Después de esa, empezaron muchas otras, como por ejemplo dejar que la pierna flotara en el «Río» o que un amigo la usara de remo para avanzar con el flotador.

Algo que en principio parecía acabar estorbando, se convirtió en una forma de divertirnos y de divertir a otros también. Gente que no conocíamos de nada acababan riéndose de las diferentes locuras que se nos ocurrían.

Lo curioso de esto es que, después de haberme tirado de algunas atracciones y haberme metido en las diferentes zonas de baño, mi amigo y yo dejamos de darnos cuenta de la cantidad de gente que me miraba. Supongo que captar, captaba la misma atención. Sin embargo al acabar pasándolo bien, se nos pasó ese estado tan incómodo que sentíamos al principio. Dejamos de ver el lado malo de aquello y pudimos dejarnos llevar por la diversión.

Además de todo aquello, creo que demostré a gran parte del parque acuático que todo tiene sus ventajas y que hay que ver el lado bueno de las cosas. A parte de demostrar que quien quiere, puede, como bien demostré ese domingo.

Mi primera decisión hubiera estropeado aquel día sin duda alguna. Tengo suerte de tener gente a mi lado que me consigue convencer de vez en cuando y demostrarme que las condiciones a veces dan igual.