Kevin Mancojo

Diario de a bordo


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Creador de historias

Como algunos ya sabéis, tenía una idea pensada desde hace ya un par de meses (desde que cree la categoría «Las mil y una noches»). Os explicaré cómo funcionará esto, aunque habrá pocas reglas; cuanta más libertad, más divertido será.

La idea es simple: yo escribiré el comienzo de una historia (una muy informal, no será para nada serio como la de «El periodista«). Cualquier cosa que se me pase por la cabeza la plasmaré brevemente y después debéis continuar vosotros. ¿Cómo? Muy simple: con los comentarios. Cuando yo inicie, dejaré la historia inacabada para que vosotros comentéis y continuéis.

Podréis escribir lo que queráis, siempre y cuando se entienda y tenga coherencia con lo que se está contando. Tendréis libertad para introducir y crear personajes, matarlos, revivirlos y miles de cosas que se os pueda ocurrir. Lo mismo con los escenarios, la ambientación, los objetos, los seres vivos y lo que se os pueda pasar por la mente. En un principio no habrá límite de palabras por ahora, pero tampoco debéis alargarlo mucho.

Cuanta más gente participe en esto, más divertido será. Y que no os dé vergüenza por el modo de escribir que tengáis o porque no tengáis imaginación suficiente, todo sirve. Tal vez vuestro comentario dé pie a otra persona a crear alguna locura con la que podamos reírnos y disfrutar.

Cuando vea conveniente seré yo quien acabe cerrando la historia con un comentario mío para que así no se haga infinito.

Después de haber dejado las cartas sobre la mesa, solo me queda decir que estéis preparados sobre el medio día, será cuando comience el Creador de historias.


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«El monje que vendió su Ferrari»

Como últimamente me he convertido en un zampa libros, he dejado un poco de margen para hablar de mi última lectura: El monje que vendió su Ferrari de Robin Sharma. De nuevo os dejo la sinopsis y después os daré mi opinión.

Sinopsis: El monje que vendió su Ferrari es la sugerente y emotiva historia de Julián Mantle, un superabogado cuya vida estresante, desequilibrada y obsesionada con el dinero acaba provocándole un infarto. Ese desastre provoca en Julián una crisis espiritual que le lleva a enfrentarse a las grandes cuestiones de la vida. Esperando descubrir los secretos de la felicidad y el esclarecimiento, emprende un extraordinario viaje por el Himalaya para conocer una antiquísima cultura de hombres sabios. Y allí descubre un modo de vida más gozoso, así como un método que le permite liberar todo su potencial y vivir con pasión, determinación y paz. Escrito a modo de fábula, este libro contiene una serie de sencillas y eficaces lecciones para mejorar nuestra manera de vivir. Vigorosa fusión de la sabiduría espiritual de Oriente con los principios del éxito occidentales, muestra paso a paso cómo vivir con más coraje, alegría, equilibrio y satisfacción.

Esta novela hablaba prácticamente de mi filosofía actual. Yo lo he considerado un poco como un libro de autoayuda (y creo que lo es); el que narra la historia es el compañero de Julián y se puede decir que todo es un diálogo entre ellos dos, pero a veces parece más una entrevista que una conversación entre viejos amigos. Esa es una pequeña pega. Otra que añado, aunque de un modo muy subjetivo, es que yo ya pienso en la forma en la que piensa Julián (salvo pequeños detalles que no me paré a pensar) por lo que en determinados momentos se me hacía algo pesado.

Aun así me gustó, se leía bien, daba muchas buenas frases, las cuales me llamaron la atención, y es cortito. La ambientación está curiosa y los personajes, a pesar de ser muy pocos, están bien definidos.

He de decir que para las personas pesimistas o las que busquen la forma de mejorarse, les vendrá bien.

Para nada le doy un sobresaliente, con un notable deberá conformarse.


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Radio: Podcast 17/11/2014

Siento que llegue tarde, pero aquí tenéis el podcast de hace casi dos semanas: Gestiona Radio. Comienzo aproximadamente en el minuto 29:20

Aquel lunes iniciamos con el tema de mis críos de 1º G. Comentamos las horas de vídeo que llevamos para el tema de Youtube y la fecha en la que lo publicaré más o menos. Después seguimos con la política, que era el plato principal de ese día, junto al vídeo de la lotería y otro más de una niña que se ponía pesada al fallar una pregunta en un programa de televisión.


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Mala planificación

Ya que es algo que solemos odiar la gente de por aquí, voy a hablar de la pedazo organización que tenemos para algunas cosas (nótese la ironía).

Hoy mismo han cortado la general del pueblo para podar los árboles, por lo que mi madre ha tenido que callejear para poder aparcar más o menos cerca del bar al que íbamos a desayunar. El problema es que, cuando fuimos por las demás calles, había obras en otra pequeña principal; de nuevo tuvimos que dar vueltas. Ya nos resultó cómica la idea de tener que ir de un lado a otro y encontrarnos todo bloqueado por una cosa u otra.

Eso ha pasado muchas veces y en mayor magnitud. No sé quién se encarga de estas cosas, pero me gustaría que vieran que hay una desorganización y una planificación pésima. Las obras, el podar árboles, poner las luces de las fiestas, etc. no deberían solaparse; algún día no habrá forma de llegar a disfrutar de las vistas de nuestro Mar Menor porque no se puede llegar de ninguna forma.

Bloquear el paso a cualquiera de la manera en que esta gente lo hace (bloqueando una general entera, cuando solo trabajan en pequeños trozos, además de no indicar otras vías por las que ir), provoca más desastres que beneficios. Conozco gente que no viene a tomarse algo porque el autobús, en estas situaciones, no tiene acceso a todas las paradas por lo que la gente decide no venir. Dinero que se pierde en los establecimientos. Os recuerdo que «hacienda somos todos» como bien se suele decir.

Por supuesto que hay que podar los árboles, arreglar calles y demás, pero no pensar en una alternativa para los que se ven afectados cuando esto pasa… Demuestra las pocas ganas que se tiene para trabajar.

Y ya que me he puesto, algo parecido ocurre cuando hay actividades deportivas. Hubo días en que teníamos que venir a mi casa en dirección única y no me da miedo decirlo, más que nada porque si cortan la principal entre dos pueblos, ya me contaréis cómo puedo llegar a mi calle, que para ello tengo que cruzar dicha principal. Hay un bonito paseo con unas preciosas vistas al mar que es bastante largo como para hacer ahí alguno de esos eventos. Y si eso no llega, hay miles de calles que no son tan imprescindibles para la gente.

De nuevo insisto en que no hay que eliminar estas cosas. Se hacen por diferentes motivos que nos interesan a todos. Lo que no puede ser es que, habiendo alternativas o diferentes formas de facilitar todos estos problemas, no se solucione. Creo que no sería difícil buscar algo para que todas las partes estén mínimamente satisfechas.


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Días negros

Tenemos los días claros, preciosos y llenos de luz que nos ofrece el sol. Esos días en los que nos sale una sonrisa de oreja a oreja por nada, porque simplemente sale y ya está. Son momentos en los que atravesaríamos cualquier muro sin importarnos lo que haya detrás, a ciegas. Abriríamos una puerta tras otra, dejándonos sorprender por lo que pudiera venir. La alegría nos inunda por completo y nos sentimos llenos, capaces de enfrentarnos al mundo nosotros solos porque creemos en nuestras capacidades.

Pero luego aparecen los días negros… y no llegan lentamente, llegan de golpe. Impactan contra nosotros, nos golpean, como si en una pelea recibiéramos el puñetazo decisivo que nos noquea. Como si una ola gigante chocara contra nosotros, como si fuera nuestra peor pesadilla y nos despertara de repente. Como si alguien pusiera el freno y el mundo se detuviera mientras nosotros… nosotros nos caemos de morros. Con toda la cara al suelo, sin tiempo para reaccionar para evitar la caída.

Una buena hostia, eso es lo que nos llevamos. Y encima en medio de la tormenta, de la oscura tormenta; rayos impactando cada segundo cerca de nosotros, atemorizándonos constantemente: uno y otro, uno y otro… Solo nos queda permanecer quietos mientras nos acurrucamos y temblamos de miedo, sin saber qué hacer. Sin ver salidas. No podemos verlas porque cerramos los ojos, creemos que es un sueño y apretamos más los párpados para intentar despertar, nos esforzamos en ello, pero no hay forma. Es imposible; la pesadilla es real, el miedo lo es. Sinceramente, todo forma parte de la realidad a pesar de resultar tan inverosímil.

El sol que nos daba alegría, desapareció. El último rayo de luz se marchó y nos quedamos indefensos, al igual que una cría abandonada por su madre… Las patas le tiemblan de miedo, de inseguridad, de impotencia… La tormenta es demasiado grande y oscura como para poder avanzar sola. Hay una parte de la criatura que se ha ido y lo siente, lo siente en el alma. Como aquel que arranca los preciados pétalos a la margarita. Una vida sin vida…

Días negros, porque aquello que nos nubla, nos arrebata la más tenue luz.

No hay que olvidarlos; esos sentimientos nocivos, ese dolor, significan que seguimos vivos. Vivos para aprender de ello y para que pasen los días, volviendo a ver el sol para llenarnos de valor. Y aunque esos momentos de gloria nos lo pueda arrebatar la tormenta, ya habremos dado un paso al frente, pues ya sufrimos por algo que al final quedó atrás y que nos demostró que, a pesar de todo, supimos levantarnos cuando nos dimos de bruces contra el suelo. Solo hay que recordar que nosotros tenemos la luz de aquella estrella a la que llamamos Sol dentro de nosotros y que podemos utilizarla siempre.


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«Los juegos del hambre: En llamas y Sinsajo»

Ya publiqué una entrada sobre el primer libro, ahora quiero agrupar los dos siguientes. No por nada, sino porque me han gustado todos prácticamente por igual. La saga que ha creado Suzanne Collins se ha convertido en mi favorita (tampoco es que haya leído muchas sagas).

Pondré la sinopsis de ambos libros.

En llamas: Katniss Everdeen ha sobrevivido a Los juegos del hambre. Pero el Capitolio quiere venganza. Contra todo pronóstico, Katniss Everdeen y Peeta Mellark siguen vivos. Aunque Katniss debería sentirse aliviada, se rumorea que existe una rebelión contra el Capitolio, una rebelión que puede que Katniss y Peeta hayan ayudado a inspirar. La nación les observa y hay mucho en juego. Un movimiento en falso y las consecuencias serán inimaginables.

Sinsajo: Katniss Everdeen, la chica en llamas, ha sobrevivido de nuevo a LOS JUEGOS, aunque no queda nada de su hogar. Gale ha escapado. Su familia está a salvo. El Capitolio ha capturado a Peeta. El Distrito 13 existe de verdad. Hay rebeldes. Hay nuevos líderes. Están en plena revolución. El plan de rescate para sacar a Katniss de la arena del cruel e inquietante Vasallaje de los Veinticinco no fue casual, como tampoco lo fue que llevara tiempo formando parte de la revolución sin saberlo. El Distrito 13 ha surgido de entre las sombras y quiere acabar con el Capitolio. Al parecer, todos han tenido algo que ver en el meticuloso plan… todos menos Katniss.

No tengo queja alguna para esta saga: ambientación bien detallada, los personajes igual y más aquí donde juegan papeles muy importantes, una lectura fácil y sencilla. La trama es muy jugosa, tanto que me acabé los dos libros en cuatro o cinco días, y ya dije que no soy un zampa libros. Pero es que cuando empezaba a leer, llegaba un momento en que me veía inmerso en la historia, todo lo veía a mi alrededor, incluso los sentimientos que Katniss sentía fluían en mí. Solo me detenía porque mis ojos no daban para más, tal vez la falta de costumbre o la luz, quién sabe.

Todo son elogios, lo sé, pero es que para mí es así. Posiblemente se deba a que no he leído muchos libros a lo largo de mi vida y con poco ya me sorprendo. Aun así, creo que me seguirá pareciendo muy alucinante esta saga. Le doy un sobresaliente, muy recomendable.


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Los pequeños detalles nos hacen grandes

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La entrada de hoy va por esas personas que se encargan de esos detalles que nos hacen sentir tan… importantes.

Después de lo de esta tarde, veía necesario escribir sobre ello y aquí estoy, escribiendo como un loco con ganas de publicar esto. Y todo porque hoy me han regalado un pequeño llavero (el de la imagen). La sensación al verlo ha sido de: «Es broma, ¿no?». Para nada esperaba algo así y tras la sorpresa, magnifiqué el detallito haciéndolo parecer la Torre Eiffel de verdad, cuando en realidad, no es nada del otro mundo. Al menos para la persona que me lo regaló, para mí sigue siendo como si fuera la original.

Este tipo de cosas, a las que le pilla a uno de improviso, hace engrandecer tanto a uno mismo como el que hace el regalo. Se hace con toda la buena fe del mundo, sin intención de querer algo a cambio, solo por el hecho de sentirse bien y ya está. Piensas en esa persona en un momento determinado y de repente sientes las ganas de comprar algo, cualquier cosa: una camiseta, una taza, un llavero, etc. Lo peor es que a veces, incluso puedes llegar a sentirte mal si no encuentras algo a tiempo o si no consigues decidirte por el detalle en concreto.

Y aquel que recibe el regalo le da lo mismo que sea una cosa u otra, que sea cara o barata. Eso da igual porque no se lo espera. La sorpresa es más grande que el objeto, tenga el tamaño que tenga. Lo más importante es que después, la persona se siente más importante para la otra persona, aunque sea un poquito.

Eso me ha pasado a mí hoy y toca dar las gracias. Como suelo hacer las cosas muy a mi manera, aquí la entrada dedicada a la persona que hizo el regalo.

Yo he formado parte de ambas caras de la moneda en varias ocasiones y es algo muy satisfactorio.


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Capítulo 7: La sorpresa

¡Le debo una muy grande a Víctor! Me salvó el cuello ayer. Después de que entrara aquel grandullón lo pasé fatal. Creía que iba a recibir la paliza de mi vida. En cambio, apareció mi amigo con otros compañeros de clase. Y para mi sorpresa, con el jefe del departamento. Según me explicó Víctor, vio que alguien se quedó cerca del aula cuando se fue (el que me iba a sacar las palabras a golpes) y pensó que no iba a ser alguien que tuviera buenas intenciones. Decidió buscar la forma de sacarme de aquel embrollo y tuvo una genial idea: buscó a unas personas de clase y les propuso ir al departamento para quejarse de la inmensa cantidad de trabajos que nos mandaba el profesor. En un principio no querían, preferían hacerlo en otra ocasión, sin embargo, les dijo que era el mejor momento porque todos estaban presentes en aquel momento; todas las piezas del puzle encajaban. Buscaron al jefe del departamento, se lo comentaron y le dijeron que el profesor estaría en el aula porque estaba conmigo.

Poco después aparecieron en tromba, salvándome el pellejo. Suspiré con fuerza y me calmé tras ver que al final no iba a salir tan desamparado. A mitad del reproche entre alumnos y profesor, Víctor y yo nos marchamos para que no nos pudieran seguir.

Me despierta una pesadilla; todavía imagino qué habría pasado si no me hubiera sacado de aquel lío mi amigo. Puñetazos, golpes con incontables objetos, amenazas… Me levanto sudoroso por el agobio de hace unos segundos, me dirijo al baño y trato de volver a relajarme echándome agua a la cara. Aunque la mejor solución es la ducha. Me quedo bajo el chorro caliente un buen rato, intentando aclarar mis pensamientos. ¿Qué pasará ahora? No podré librarme de ellos constantemente…

Salgo de la ducha y un instante después el móvil suena.

-¿Qué planes tienes para hoy?- Víctor. Me alegra oír su voz. Por su tono, puedo suponer que quiere hacer algo interesante. Querrá distraerme de todo lo que ha pasado esta semana.

-Nada que yo sepa. ¿Qué tienes pensado?

-Ir a recogerte en unos diez minutos para pasar el día fuera de aquí. ¿Te parece?

-Venga. Te espero fuera cuando esté listo- hace un día espléndido. El sol calienta y no hay nubes en el cielo. Es de esos momentos en los que prefieres estar en la calle, cerrar los ojos y disfrutar del calorcito. Supongo que Víctor tiene pensado aprovecharlo.

-De acuerdo. No tardaré. Tal vez hasta menos de diez minutos- noto como sonríe tras el móvil.

Después de colgar, me preparo las cosas: monedero, llaves y el móvil, aunque dudo en si llevar esto último. Prefiero desconectar por completo. Aun así decido cogerlo, tal vez mi abuela quiera algo en algún momento. Mi abuela… ella no sabe nada de lo que ha pasado y espero que siga así, no quiero que le dé un infarto.

-Me voy con Víctor- busco a mi abuela-. No hace falta que cocines para mí- está en el salón, leyendo un libro. Es la primera que se despierta en todo el vecindario. Creo que ella es la encargada de apagar las farolas cada mañana, aunque me lo intenta ocultar.

-¿Y qué vais a hacer?- pregunta curiosa dejando el marca páginas en la hoja por la que se ha quedado, después lo cierra.

-Ni idea. Tampoco me preocupa mucho- le doy un beso en la mejilla-. Ya me contarás como acaba- digo indicando el libro con el dedo y me dirijo hacia la puerta.

-Pasadlo bien- alza un poco la voz para que la escuche.

A pesar del mal comienzo, el día sigue por buen camino. Como tenía pensado, me siento en el borde de la acera disfrutando del sol. Cierro los ojos y…

-¡¿Qué narices…- no consigo articular ni una palabra más. Tras sentir un pinchazo, mis párpados pesan toneladas y se cierran poco a poco. En un ligero momento consigo ver una furgoneta oscura y un hombre con los brazos extendidos hacia mí. Alguien me está llevando al interior. Después…

El edificio abandonado, la silla, las ataduras, las sirenas, el tiroteo, la mesa metálica, el arma… el asesino. El profesor está ante mí apuntándome.

-¿Por qué?- pregunto intentando mostrarme seguro, aunque sea en balde. Alguien como él sabe lo que hay en estas situaciones.

-Lo sabes, no creo que sea necesario explicártelo- a diferencia de mí, no tiembla. Su pulso es firme y tiene claro lo que tiene que hacer-. Cuanto antes lo haga mejor- parece que aquí acaba todo.

Cierro los ojos con fuerza, esperando mi muerte. Oigo un disparo y después un golpe seco, también parece sonar algo metálico deslizándose por el suelo. No estoy muerto, o eso creo. Abro los ojos temerosamente y veo el cuerpo inerte del profesor delante de mí. Un charco de sangre se está acumulando a su alrededor. Detrás del cadáver veo unas piernas, alzo la mirada y…

-¡Tío Johnny!- grito lleno de alivio. Tras el primer vistazo veo que tiene un arma en la mano. ¿Lo ha matado él?- ¿Has sido tú?- pregunto lentamente y en un susurro.

-¿Quién iba a ser sino?- su tono resulta indiferente. Esto me deja casi más desconcertado que todo lo que ha pasado esta semana- Vamos, te ayudaré- se guarda el arma en la parte de atrás y me levanta con la silla incluida. Me desata- ¿Estás bien?- ahora sí noto algo de sentimiento.

-¡¿Cómo voy a estar bien?!- levanto la voz- ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Qué quiere de mí exactamente esta gente?! ¡¿Qué está pasando ahí abajo?!- le atormento a preguntas y me detiene poniéndome su mano en mi boca. En el primer momento casi me asfixio, mi agitada respiración por poco me mata.

-Tranquilízate- me dice en un murmullo sin permitirme aun hablar-. Abajo está la policía. Están intentando detener a uno de tus acosadores, bueno, al que queda vivo- dice en un tono de humor mientras hace un gesto con la cabeza hacia el cadáver del profesor o quién fuera realmente. Me quita la mano lentamente de mi boca-. Dudo mucho que siga aquí, seguro que ya haya escapado.

-¿Los has llamado tú? La policía digo- estoy menos alterado, aunque mis manos siguen temblando. A pesar de querer estirar las piernas, prefiero seguir sentado hasta estar más tranquilo.

-No. Ha sido tu amigo, pudo seguir la furgoneta con el coche- se levanta tras llevar un rato de cuclillas. Es más alto de lo que recordaba.

-¿Y dónde está ahora? ¿Está bien?- pregunto rápidamente.

-Alex…- su voz no da buenas noticias.

-¡Dímelo!- exijo de nuevo, volviendo a tener el corazón acelerado.

-Lo han cogido. Vi como lo sacaron del coche.

-¿Quiénes?

-Otros miembros de la organización.

Mi cabeza está a punto de estallar. Mi amigo, Víctor, el que hace apenas un día me salvó el cuello está a punto de… ¿de qué? ¿De ser encarcelado? ¿De morir? ¿De ser torturado?

 

 

 

NOTA: fin de la primera temporada de «El periodista» (título que le he puesto). Quiero preparar mejor la historia y creo que vosotros necesitáis un descanso también. Dentro de un mes más o menos volveré con más.


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5 años menos de vida

Hace un par de días nos pasó, a mi madre y a mí, algo que ya ha sucedido en muchas otras ocasiones aunque con diferentes matices.

Íbamos en el coche por una calle que es bastante transitada, en especial los días de mercadillo. No recuerdo en qué había fijado mi mirada, pero un segundo después, cuando alcé la vista hacia la carretera, me veo un coche parado que se cruzaba por el carril por el que íbamos. Supuse que salía de la calle que dejó atrás, pero bien atrás porque estaba metido por completo en nuestra parte de la calzada.

Por supuesto mi madre se detuvo, no le quedaba otra. Pero de lo que nos pudimos reír después era de que, cuando miramos llenos de sorpresa al hombre que conducía, nos hiciera gestos indicando que miráramos por dónde íbamos. Yo giré la cabeza para disimular y me reí todo lo que pude y mi madre… pues no sé, imagino que le daría vueltas al por qué tuvimos  un coche metido en nuestro carril y encima cruzado.

Cuando todo pasó, le dije que me hubiera gustado saber qué era lo que estaba diciéndonos. Se creería que teníamos la culpa nosotros y que él iba perfectamente, cuando sin duda alguna, eso no había quién se lo tragase.

Como dije al principio, este tipo de cosas suelen ser comunes; ver gente que parece que se ha sacado el carné del coche en algún bingo, y que luego te echan la bronca, pero no de una manera tranquila y sosegada, sino a gritos e insultos. Esto me recuerda al curso de técnicas de comunicación y expresión: a estas personas les sentaría de lujo una semana aprendiendo a comunicarse.

Tengo la suerte de que cuando pasan estas cosas, me empiezo a reír por lo histérica que se pone la gente. ¡Esa rabia son 5 años menos de vida señores y señoras!