Kevin Mancojo

Diario de a bordo


Deja un comentario

Tan simple

Las sensaciones que pueden aflorar en una persona con cosas tan banales como unos árboles en flor.

Este fin de semana me tocó otra excursión con amigos para ir a ver la floración de Cieza (Murcia). Yo no sabía de su existencia hasta que hace un año o dos, en las redes sociales, vi muchas fotos de los diferentes árboles repletos de unas flores rosáceas que llamaban mucho la atención. En aquel momento lo anoté en mi lista de cosas para ver antes de morir y al fin pude pisar aquellas tierras.

¿Sabéis esos viajes en coche donde el paisaje comienza a cambiar poco a poco y deja de tener unos colores para acabar teniendo otros? Pues algo parecido ocurrió según nos íbamos acercando a Cieza. La ciudad en sí no la había visitado nunca y, aunque la recorriéramos en coche, me llamó bastante la atención. Pero es que cuando descubrimos los campos en flor ya me terminé enamorando del todo. Es curioso como algo tan simple es capaz de generar tantas emociones.

Me podría haber tirado horas entre los árboles paseando. Además, mi ojo fotográfico me pedía fotos, muchísimas fotos, pero no tenía cámara (la mía se me fastidió). Así que tiré de lo que tenía: el móvil. Mis amigos y yo nos empezamos a hacer una mini sesión aunque fuera con nuestros móviles. Tengo claro que he de volver con cámara y hacer fotografías súper elaboradas.

Los colores son capaces de generar emociones en las personas (hay tablas y gráficos sobre ello) y el de estas flores provocaba una sensación muy bonita, de dulzura, de estar muy a gusto. Recuerdo que había muchísimas abejas y, a pesar de que mis amigos y yo solamos evitar a estos bichos, estábamos muy tranquilos haciéndonos las fotos. No nos molestaban, ni nosotros a ellas. Todo era calma.

Siempre he tenido debilidad por la naturaleza. Suelo decir que tengo sensibilidad por y para el mundo, lo cual hace que una experiencia de lo más simple provoca en mí una reflexión o que me emocione o tal vez ambas. Así que imaginad cómo me puse aquel día al ver los campos tan rositas. No necesitas nada más para tenerme entretenido un día entero.

Encima se sumaba el solazo que tuvimos. Digan lo que digan, el sol da vida (literalmente incluso). Daban ganas de pasearse, de descubrir rincones nuevos y simplemente pasar las horas fuera de casa.

Tener un buen día a veces solo surge si decides salir a la calle a dar una vuelta. En ocasiones, si todo cuadra, podrás acabar con una sonrisa de oreja a oreja con muy poco. En mi caso fue suficiente con ver la floración de Cieza.

#NuncaDejéisDeSonreír


Deja un comentario

La rutina

La rutina, la cruel asesina de los culos inquietos como yo. Y supongo que para muchas otras personas. Al fin y al cabo, repetir lo mismo un día tras otro te termina devorando por dentro sin que te des cuenta.

He de decir que, aunque la vida se vuelva repetitiva, siempre hay pequeños detalles que la hacen distinta, para bien o para mal. Vamos, que aunque tengas una rutina, al final hay pequeñas variaciones entre un día y otro, ya sea una llamada inesperada, un desvío para volver a casa a causa de unas obras o las personas con las que te cruzas.

Sin embargo, a rasgos generales, todo se repite día sí y día también. Llegamos a automatizar tantísimos movimientos que no tenemos ni que pensar. Parecemos zombis o un robot ya programado.

Eso no es vida desde mi punto de vista, pero eso es otro tema que da mucho de sí. A lo que he venido hoy a contar es que yo necesito cambios cada cierto tiempo. Recuerdo que antes viajaba un par de veces al año, si es que viajaba. Ahora viajo como mínimo tres veces al año (aunque este 2020 pinta mucho más tranquilo). Sentía, y siento, como si estuviera entre cuatro paredes que cada vez se encogen más y más hasta asfixiarme. Me agobiaba pensar que no había cambios en mi vida, que no la estaba aprovechando. No crecer (a todos los niveles) me generaba malestar. No descubrir nada nuevo me mataba poco a poco. Sabía que, con mi forma de ser, los viajes me servirían para renovar energías y encontrar mejores versiones de mí mismo.

Reseteo, así lo llamo yo. Cada cierto tiempo necesito resetear mi vida, cortar por lo sano, desconectar de todo (amigos y familia incluidos) y empezar a descubrir mundo.

Llegué a apuntarme al curso de monitor y tiempo libre sólo para conocer gente nueva y aprender cosas distintas. Me sirvió. Conseguí resetear.

Y el sábado tuve la oportunidad de ir con dos amigos a Orihuela, una ciudad a la que nunca había ido, para visitar su mercado medieval. Además, aprovechamos la situación para pasar por el embalse de la Pedrera, un lugar precioso y con un agua turquesa que me enamoró.

A pesar de que con mis amigos cada día es una aventura, a veces necesitamos cambiar de aires, y ese “viajecito” (echamos la tarde allí) nos sentó genial. Llevaba bastante tiempo sin pisar lugares desconocidos para mí y me volví a sentir vivo una vez más.

Encontrarme con el embalse y la tranquilidad que lo rodeaba hacía que tuviera ganas de quedarme allí, al sol, observando el turquesa del agua. Y el mercado medieval ya ni os cuento… Había una barbaridad de puestos que cruzaban casi la ciudad entera. Todo muy ambientado, tanto los puestos como la decoración de las calles. Incluso pudimos ver un torneo medieval en el que acabé inmerso. Y según íbamos recorriendo los diferentes lugares en el que se celebraba el mercado, podíamos ver pequeños espectáculos como unos malabaristas disfrazados de bufones. Fue increíble. No dudaría en volver otro año.

Soy de esas personas que abre los ojos como platos cuando ve algo que no sea su pueblo, flipando con todo lo que le rodea, igual que un niño pequeño. También tengo mucha sensibilidad con y para el mundo y eso hace que viva con mucha fuerza las experiencias nuevas (y las no tan nuevas). Así que, imaginad lo fácil que es sacarme de mi rutina. Como si me llevas a un bar nuevo al que no había ido nunca. Con eso es suficiente para mí.

No necesito que me propongas un gran plan, simplemente uno que me saque de mi casa y poco más. Con eso yo normalmente ya rompo con mi rutina.

En ocasiones me toca a mí mismo buscarme la vida y termino aprovechando oportunidades. Como cuando me fui a Peralta (Navarra) tras la invitación de una amiga que estaba viviendo allí.

Y hasta hace poco tenía en mente viajar a Italia solo, mi intuición me decía que debía hacerlo por mi propia cuenta. Pero ha surgido otro viaje mucho más grande y que posiblemente me vaya a marcar mucho, así que toca aplazar la visita a Roma por ahora.

Sea como sea, tengo la suerte de que en mi vida hay muchas oportunidades para salir de mi día a día. Ya sea por proyectos, por propia iniciativa, por amigos o por familia, al final, justo cuando necesito desconectar, llega algo que me da un buen chute de energía con el que reseteo una vez más.

Ojalá pudiéramos cambiar la situación según se nos antojara, según lo necesitáramos y ya está. De estar hasta las narices de todo a desaparecer una temporada para encontrarte a ti mismo. Devolvernos la humanidad con la que vinimos al mundo y perder esa sensación de autómata que nos fue invadiendo con los años.

Por ahora tocará aprovechar las vacaciones para desconectar un poquito, aunque sean unos días. Más vale eso que nada.

#NuncaDejéisDeSonreír


Deja un comentario

El tiempo

Cómo vuela el tiempo…  En menos de 24 horas ya cumplo 27 años y, aunque aún se me considere joven, me siento mayor, muy mayor…

Parece que no, pero vivir más de un cuarto de vida no es poco y mucho menos si echas la mirada para atrás y la comparas con el presente. Sólo con pensar que los que han nacido en el 2000 ya van a cumplir 20 años me parece una locura. Más aun teniendo en cuenta que no han llegado a conocer algunas cosas que para mí fueron significativas. Ahora entiendo a las personas mayores cuando nos cuentan sus historias y nos tienen que explicar algunos detalles para ponernos en contexto.

Además, veo reflejado el paso de los años en algunas amigas mías, donde pasaron de ser niñas a ser mujeres. Incluso los chicos que llevo tiempo sin ver y que no los reconozco por esas barbas tan pobladas que llevan algunos. Han sufrido la transición, dejaron de ser esos pequeñajos que yo un día conocí y se han convertido en adultos con responsabilidades, con problemas, con su propia historia…

También la idea de que mucha gente de mi generación comienza a tener cierta estabilidad en todos los aspectos posibles y acaban casándose o teniendo hijos o ambas. Eso, ¡hace unos años era impensable! Era algo que quedaba muy lejos, muy en el futuro. Ahora en cambio es un tema que sale cada dos por tres. Es más, mis amigos y yo queremos una boda por el tema de la ropa elegante, la fiesta y todo lo que conlleva.

Yo por mi parte he descubierto que me he hecho mayor cuando los niños, inocentes ellos, le dicen a sus padres: “Mamá, ese señor no tiene manos”. ¿Señor? Perdona, pero solo tengo 26 años, ¿vale? Esto cada vez se vuelve más recurrente, yo creo que llevo escuchándolo desde que me dejé el bigote y la perilla (unos 6 años más o menos). Supongo que también es por no moverme ya por los mismos sitios que se mueven los niños. Lo de ir a parques infantiles a charlar y comer pipas es algo que caducó hace ya tiempo. Sea como sea, muchos de los más peques todavía no saben de mi existencia así que me toca oír lo de señor más veces de lo que me gustaría. Tocará acostumbrarse.

La tecnología también se ha convertido en un punto clave para descubrir lo rápido que pasa el tiempo. A día de hoy, lo normal es que los adolescentes tengan un móvil, cuando yo lo tuve sólo para excursiones y casos muy específicos para poder comunicarme con mis padres, en caso de urgencia. Ahora nacen con un móvil debajo del brazo y no se despegan de él. Creo que es una fase por lo que todos los chavales deben pasar para después darle prioridad a otras cosas (también yo tuve mi época de estar más pendiente del móvil que de mis amigos).

Y la parte que más me gusta de esto del paso del tiempo, es la de la experiencia. Siempre admiraba a los adultos por la cantidad de historias que podían contar y por toda la sabiduría que transmitían. Que me respondieran a todas mis preguntas cuando yo era un enano me fascinaba, yo quería saber hacer lo mismo. Aparte de la visión tan amplia que tenían ellos del mundo. Ahora es mi turno, muchas personas dicen que sé de todo y que rezumo sabiduría. Sea cierto o no, he cumplido con mi sueño de querer ser mayor, no para poder salir por ahí a beber, sino para tener mucho conocimiento y saber responder muchas preguntas, además de dar consejos y también a adelantarme a los acontecimientos. La de veces que habré podido decir “te lo dije”.

Evidentemente el mundo está en constante cambio y toca adaptarse, el problema es asimilarlo al mismo ritmo. Mientras procesas todo lo que está ocurriendo, la sociedad ya ha sufrido otra metamorfosis que tendrás que volver a asimilar. Lo externo a nosotros cambia rápido, sin embargo, hacer introspecciones requiere su propio ritmo por lo que muchas veces terminamos perdiendo el hilo.

Es un tema agridulce porque tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Yo pretendo quedarme con las buenas, como siempre. Quiero que me merezca la pena hacerme mayor, pretendo utilizarlo a mi favor. No me gustaría estancarme, no me apetece ser uno de esos que tienen una mentalidad que no corresponde con la década que está viviendo realmente. Me encantaría conocer lo viejo y lo nuevo y sacar de ello mis propias conclusiones para seguir creciendo.

#NuncaDejéisDeSonreír

 


Deja un comentario

«Si quieres, puedes»

Yo era una de esas personas que creía en las típicas frases que puso de moda Mr. Wonderful. Frases como: “si quieres, puedes”, “si de verdad lo deseas, al final se cumplirá”, “no hay nada imposible”, etc. Yo predicaba con ellas y las creía ciertas, hasta que la vida te demuestra lo contrario.

Cuando te mueves por internet o viajas muy a menudo, al final descubres muchas historias, las cuales se alejan mucho de la tuya; llena de privilegios y donde tienes todo a tu alcance. Así que poco a poco descubres como las frases que he mencionado anteriormente dejan de tener sentido para muchas personas. Es más, en algunas ocasiones hasta llevan a la frustración. ¿Cuántas personas que se han quedado en silla de ruedas tras un accidente no querrían volver a caminar? O ¿cuántos jóvenes hoy en día se dejan la piel en algunas asignaturas estudiando durante semanas, y al final terminan suspendiendo? Imaginad que en el trabajo tratáis de hacer todo lo mejor posible, de ser un empleado ejemplar, con la intención de poder ser ascendido o recibir un sueldo más alto. Pero por algún motivo ajeno a vosotros no os llevará a vuestro objetivo. Teniendo en cuenta que de verdad queréis cumplir vuestros sueños, que le echáis horas y lo deseáis con todas vuestras fuerzas, frustra ver como no llegáis a ellos por algo que no depende solo de vosotros. El esfuerzo, las ganas, el empeño, el deseo o cómo lo queráis llamar al final no siempre son determinantes por desgracia.

En la vida hay muchos otros factores que, en ocasiones, te impiden llegar a cumplir tus metas: la suerte, la situación económica, la etapa por la que estás pasando, la causalidad, la casualidad y una de las más importantes, tu lugar de nacimiento. Parecerá una tontería, pero ¿os habéis parado a pensar cuántos niños en alguna tribu de África acaban muriendo por no tener comida o por alguna enfermedad? Y sin duda que alguno de todo ellos podría ser un médico de éxito o un científico con renombre. Sin embargo, algunos no tienen ni la oportunidad de llegar a la adolescencia. Es fácil decir que con esfuerzo todo se consigue cuando tienes un plato puesto en la mesa a la hora de comer.

La meritocracia y el clasismo han hecho mucho daño en este aspecto. Personas que lo tenían bastante fácil y que ahora están en la cima lo achacan todo al sudor de su frente durante las noches en vela. Lo que no nos paramos a pensar es que Steve Jobs no hubiera alcanzado el éxito sin Steve Wozniak, ni viceversa (el azar cruzó sus caminos, no su esfuerzo). Es más, ninguno de los dos hubiera tenido un garaje donde diseñar un ordenador si hubiesen nacido en algún lugar recóndito de África.

Llegar al pico de la montaña a veces nubla la vista, hace creer que todo viene de uno mismo, cuando hubo muchos factores que llevaron a la persona a lo más alto. Evidentemente duele que te digan: “oye, que no ha sido sólo tu esfuerzo, también ha sido la casualidad, tu lugar de nacimiento, tu situación económica…” pero es así. Si por nosotros fuera, chasquearíamos los dedos para que nos cayera dinero del cielo y poder comprarnos varias mansiones. Sería una bonita forma de tener la vida resuelta. En cambio, por mucho que los chasquemos, no llegaremos nada más que a un dolor de dedos.

Lo importante en este tema es tener los pies en el suelo, tener una buena actitud y un buen conocimiento sobre tu propia persona. Saber de lo que eres capaz y de lo que no, de saber afrontar las adversidades y sacar lo mejor de ellas. Saber que en ocasiones, por más ganas que le pongas, deberás buscar una alternativa porque, al fin y al cabo, es algo que no podrás enfrentar de una manera directa.

Como dije al principio, yo era uno de esos ingenuos que creía ciegamente en el poder de los sueños sin tener en cuenta otras tantas cosas. Al final, leyendo, descubriendo mundo, conociendo gente y escuchando historias terminé por abrir los ojos.

Si algún día llego lejos, si algún día tengo éxito, espero no menospreciar a toda la gente que he tenido a mi lado y que, en cierto modo, comparten conmigo la gloria. Ellos me han hecho ser quién soy y ellos han formado parte de mi vida como para decir que el camino hacia la cima lo recorrí yo solo.

#NuncaDejéisDeSonreír

(mi frase va más allá de que no dejéis de sonreír en el sentido literal, va con la idea de que afrontéis las cosas de la mejor manera posible y que os quedéis con lo positivo de todo)


Deja un comentario

La familia

Ahora que estamos en navidad y es el momento de que los familiares se reúnan quería hablar de algo que he descubierto estos últimos dos o tres años: la familia no siempre tiene que ser de sangre.

A veces nos toca nacer en un entorno complicado, en el que no encajamos, donde no hay amor ni apoyo por parte de la familia o vete tú a saber (yo tuve mucha suerte con este tema y mis padres y mi hermano fueron pilares muy importantes en mi vida). Y por desgracia llega un momento en el que no te sientes parte de esa comunidad en la que, en cierto modo, estás obligado a permanecer hasta que, de repente, las cosas cambian.

Hay miles de situaciones por las que se puede sufrir ese cambio. Pero yo me quiero centrar en el que de la nada aparecen unos amigos, pasas tiempo con ellos, os pasáis las horas riendo, os contáis vuestras mierdas, vivís aventuras, van pasando los años y llega un momento en el que habéis formado una familia. ¡Ni te das cuenta! No te das cuenta de que tienes ganas de estar con ellos, de buscar hueco aunque sea para pasar la tarde. Quieres crear recuerdos. Y es que encima sientes que a su lado estás viviendo de verdad. Estás disfrutando del momento, las cosas malas se marchan entre las risas, puedes ser quién eres en realidad y te querrán igual. Vives, simplemente vives.

Aunque parezca mentira, esos vínculos de amistad tan fuertes como para pasar fechas relevantes con ellos se vuelven muy poderosos y muy bonitos. Creo que compartir tiempo con las personas que de verdad quieres es de las mejores cosas que podemos hacer.  Se convierten en tu refugio, en tu hogar. Te sientes querido y arropado. Ellos sí que saben quererte bien.

Encajar en este mundo a veces es complicado, incluso estando rodeado de gente puedes sentirte solo. Formar parte de algo y tener tu propio rol en tu nueva familia es algo a lo que no todas las personas pueden aspirar. Esa confianza de saber quién se encarga de qué, de saber callar, de hacer reír a quién está mal, de cambiar de aires sin decir palabra… Todo va surgiendo según pasan los años y cuando menos te lo esperas te han acogido personas que sienten lo mismo que tú.

Y evidentemente no todo es color de rosa, no todo es perfecto, alguna que otra situación complicada puede aparecer, pero no nos lo tomamos a pecho, se nos pasa a los cinco minutos y ya está. De nada sirve estar cabreado para siempre, y mucho menos cuando no hay ninguna maldad en nuestros actos.

Después de años y descubrir todo esto, llegué a la idea de que la familia no siempre tiene que ser de sangre. La familia, a veces, simplemente te encuentra para darte una segunda oportunidad para vivir.

#NuncaDejéisDeSonreír


1 comentario

La música

Soy consciente de que la semana pasada dije que escribiría sobre mi regreso a la piscina, pero es que presencié algo increíble poco después de publicar la entrada.

Si no recuerdo mal, mi primer voluntariado fue con la Fundación de RafaPuede, en el proyecto PIAR (Proyecto de Inclusión en el Área de Recreo), donde debíamos ir a un colegio (dio la casualidad de que era al que fui yo) y llevar a cabo juegos inclusivos. La intención del proyecto es fomentar  las habilidades sociales saludables y la colaboración entre iguales. Además de evitar, en cierto modo, la exclusión de niños o incluso el acoso entre los mismos. Y todo esto mediante el juego.

Fue una experiencia increíble. Aprendí una barbaridad. Conocí todo tipo de chiquillo, y cada uno con sus características que lo hacía único. También descubrí que el juego era una medicina que curaba las diferencias entre los pequeños, llegando al punto, incluso, de ayudarse los unos a los otros si era necesario. Además, en muchos casos, solo necesitaban un poco de atención, que les dedicaras tiempo y demostrarles que de verdad te interesabas por ellos. Era bonito llegar cada semana, que se acercaran ilusionados y preguntaran por los juegos.

Os tenía que poner en contexto porque lo de la semana pasada tenía relación con esto. Yo me apunté a un curso organizado por la fundación: «I Curso Recreos Activos: Estrategias para favorecer la inclusión educativa». Todo lo que vimos en las clases estaba relacionado, de un modo u otro, con el proyecto PIAR. Y resulta que el último día de clase (el lunes pasado) iba a venir el jefe de estudios del cole en el que desarrollamos por primera vez el proyecto. Ellos lo habían modificado un poco; introdujeron la música. De ahí el nombre que le pusieron: “Con la música a todas partes”.

Explicó que era una forma de captar la atención de los niños. Además, a todos les gusta bailar, sean mejores o peores, más extrovertidos o menos. Conseguía reunir desde los más pequeños hasta los más mayores, solo debía poner la canción adecuada. Se empezó a inventar juegos (por lo general muy simples) que estuvieran relacionados con la música: bailar por parejas, imitar al que baila en el centro del corro, moverse por la pista bailando, etc.

Yo ya sabía que estaban trabajando mucho en ello, pero nunca supe el impacto tan bestia que tenía hasta que llegaron los alumnos el último día de nuestro curso. Me fascinó verles aparecer con muchas ganas de bailar y jugar. Creo que éramos más de 40 personas entre niños y adultos. Y cuando aquello comenzó… me parecía mágico ver como las diferencias quedaban a un lado. Nadie era más, ni menos, simplemente eran. Podían ser ellos mismos, podían ser los protagonistas de su actuación. Y daba igual que bailaran bien, que tuvieran una discapacidad, que fueran más altos o más tímidos. El ambiente propiciaba a que te diera igual absolutamente todo, simplemente debías pasártelo bien y reírte con los demás.

Al principio participé y me lo pasé genial, pero después necesitaba verlo desde fuera (aparte de acabar agotado y necesitar un descanso). Tenía los pelos de punta viéndoles (adultos y niños) bailar como si no hubiera un mañana.

Pensar en el hecho de que la música hiciera algo así me parecía algo precioso, tanto, que se me saltaron las lágrimas. Será que me hago mayor, pero estas cosas me enternecen una barbaridad y me hacen reflexionar sobre la cantidad de cosas buenas que aún hay en el mundo. Un jefe de estudios buscando unir niños y dándoles las ganas de ir al recreo para pasarlo bien. Se desvive por ellos y les transmite la ilusión que él mismo tiene. A cambio los peques solo tienen que disfrutar y ver que para bailar no hace falta nada más que ganas.

Un millón de gracias a todas las personas involucradas en estos proyectos tan bonitos que unen y nos demuestran que solo somos personas que queremos vivir.

#NuncaDejéisDeSonreír


Deja un comentario

Mi mayor reto, por ahora

Una vez más estoy intentando darle vida y prioridad al blog. Y sin duda alguna me encanta escribir, pero hay que dedicarle tiempo y, sobre todo, estar inspirado. O tal vez solo necesites encontrar una historia que contar. No estoy muy seguro.

Pero en este caso os contaré algo que ocurrió el 22 de septiembre de 2018. Una fecha que se ha convertido en otro posible punto de inflexión en mi vida, y os aseguro que de esos solo he tenido uno en mi vida y fue en 2013.

En esa fecha, que caía en un precioso y soleado sábado, hice unos 5 km a nado en el Mar Menor. A ver… será mejor que os cuente desde el principio…

20180828 Entrenamiento 2

Para los que no lo sepáis, llevo nadando desde los 14 años. Tuve la suerte de que un profesor me cogió para entrenarme y aquello comenzó a convertirse en mi hobbie. Iba a entrenar dos veces a la semana durante una hora, pero ¡menudos 60 minutos más intensos!

Aun así siempre encontraba mi momento de creación. Es más, me inspiraba un montón mientras nadaba, era mi medio para imaginar cosas nuevas. Y en una de esas horas de entrenamiento… al señorito Mancojo no se le ocurrió otra locura que la de cruzar el Mar Menor a nado. Para entonces solo era una idea muy lejana y difusa. Era algo que no tenía claro, incluso mi intuición me decía que ese año no era el más adecuado para llevarlo a cabo. Por lo tanto, aquel reto terminó en el cementerio de las ideas.

Sin embargo, el 14 de diciembre del 2017 me dieron el premio al joven del año de la región de Murcia. Eso, unido a todo el impacto que he estado teniendo desde entonces sobre la gente, me hizo retomar aquella idea que tuve por aquel entonces. A parte de superarme a mí mismo, pretendo ayudar a los demás. Y admitámoslo, tras el premio, más gente comenzó a saber de mí. Además, ahora sí tenía los medios suficientes como para mover el tinglado y llevar a cabo la travesía (no os podéis ni imaginar la de personas que respaldaban este reto, les debo una muy grande a muchas personas, sobre todo a mi entrenador por el tiempo que me dedicó).

Me tiré todo el año nadando de manera suave, con calma, en la piscina. Hasta que llegó julio, ahí comenzó lo duro. En ese mes comencé a ir con mi entrenador a nadar a una de las zonas bañistas que tenemos por aquí. Íbamos temprano, sobre las 9 de la mañana y nos tirábamos unas dos horas nadando, tres veces por semana. Vamos, que nadie me quitaba unas 6 horas de entrenamiento.

Al principio todo era bonito, peces nadando por debajo de ti, cangrejos, caballitos de mar, medusas, el paisaje, el mar en calma… Se convirtió en una experiencia que nunca tuve y cuando algo es nuevo para mí, me siento fascinado como si fuera un niño pequeño al que le roban la nariz. Pero no todo es bueno. Por mucho que yo os muestre la parte bonita de las cosas, de la vida, también hay partes oscuras que me hunden y que debo superar como todo el mundo.

Nadar es uno de los deportes más aburridos y solitarios que puede haber. Quieras o no, al final la batalla se disputa entre el agua y tú, nadie más. Y a principios de agosto yo perdí aquella lucha. Esa monotonía y repetitividad de nadar y nadar y nadar… al final me consumió. Ni los diferentes entrenamientos que estuvimos llevando a cabo pudieron avivar la llama. Al fin y al cabo mi guerra era interna.

A nivel físico estaba más que preparado, pero a nivel mental… Llevaba muchísimo tiempo sin encontrarme en una situación como aquella. No saber cómo gestionarlo transformó algo bonito en angustia. El reto se convirtió en un compromiso y no en un objetivo a cumplir. Mi entrenador se comprometió y yo le di bombo a la idea entre la gente del pueblo. Aquello ya no tenía marcha atrás, tenía que hacerlo sí o sí, aunque me desesperara nadando sin ganas. Que rápido pueden tornarse los sueños en eternas pesadillas…

Y llegó el día en el que escribí el proyecto para presentarlo a protección civil para solicitar permisos y embarcaciones para apoyarme durante la travesía.

Punto por punto fui escribiendo los diferentes objetivos que había detrás de todo este reto. El más evidente: superarme a mí mismo. Pero a parte de todos los que podía haber a nivel personal como la autodisciplina y la constancia, también pensé en el impacto social que tendría. El hecho de pensar que mi locura podría animar y motivar a otras personas a cumplir sus sueños, o demostrarles que la discapacidad no era un impedimento, me devolvió las ganas de querer llevarlo a cabo. En realidad, cada objetivo que apunté se convirtió en la leña que necesitaba para que la llama volviera a arder, igual que el día en que tomé la decisión de llevar a cabo mi reto.

Ahora volvamos al principio, al punto en el que os dije que nadé unos 5 km: mi travesía comenzó en La Veneziola, La Manga. Y debía llegar al club de piragua de Santiago de la Ribera. Varias personas de protección civil iban conmigo, junto a jóvenes voluntarios que iban en piragua para guiarme. Además de algunos reporteros de la 7 Región de Murcia que vinieron a grabar mi salida.

mapa-poblaciones flecha

El comienzo fue extraño porque no sabía cómo se debía empezar algo así. Al final descubrí que solo era ponerme a nadar y seguir adelante.

A lo largo del camino debía parar cada hora más o menos para el avituallamiento (bebía algo de agua y me comía, o un plátano o una barrita de cereales). Y aunque al principio todo parecía aburrido y muy serio, poco a poco empecé a pasármelo mejor. El equipo que me acompañaba hacía que todo fuera más ameno. A veces me animaban mientras nadaba, otras estábamos de broma durante las paradas para comer y beber.

Y es que parecía que todo estaba hecho para mí; aquella mañana no hubo casi olas y las medusas (a las cuales les tengo asco) no se me cruzaron por delante en ningún momento.

Disfruté cada brazada que daba y analicé la idea de encontrarme en medio del agua. Ver a varios kilómetros el lugar de donde saliste y a otros tantos la meta, daba qué pensar. Y aun así mereció la pena nadar durante 4 horas y media para llegar a mi objetivo. Más aun cuando vi a unas 100 personas en la orilla recibiéndome, aplaudiéndome y gritando mi nombre.

mancojo-logra-cruzar-menor-6_g

Aunque nadie se diera cuenta, mi cuerpo era una maldita bomba emocional. Tantas cosas pasaban por mi cabeza, que en cualquier momento podía explotar de la emoción.

El cumplir mi reto no era, en cierto modo, relevante. Lo fue el que mi madre, mis amigos, las caras conocidas y no tan conocidas estuvieran allí. Llevarme besos, abrazos y fotos de cada uno de ellos tuvo muchísimo más peso que mi travesía. Que estuvieran allí significaba que creían en mí, que me apoyaban en mis locuras, que les había hecho creer en algo. Tal vez hasta les devolviera las ganas de comerse el mundo a algunas de las personas que estuvieron presentes.

La experiencia, como dije, se volvió clave en mi vida por todos los altibajos que hubo a nivel emocional y por demostrarme que nunca estaré solo. Descubrí que podía ser un faro para los demás, que en cualquier reto puede haber percances y que a veces solo hay que tener paciencia para que las cosas se puedan llevar a cabo.

Sin título6

Para los que os estéis preguntando si acabé agotado, la respuesta es no. Al menos no tanto como para volver a casa, ducharme e irme con mis amigos a comer y estar con ellos hasta media noche.

Y sí, sí volvería a repetir la travesía, no me lo pensaría dos veces. Aquella locura mereció la pena en todos los sentidos posibles.

Es curioso como una idea que nació hace unos 10 años se convirtió en mi mayor reto, por ahora.

#NuncaDejéisDeSonreír


Deja un comentario

18 días

 

Me he tirado 18 días fuera de casa, empalmando 3 viajes distintos (con amigos el primero, por un proyecto el segundo y el tercero para dar unas charlas). Pisando más de 10 pueblos y ciudades distintas, hablando 4 idiomas diferentes y aprendiendo frases y palabras de alguno más. Conociendo gente de otros países, intercambiando culturas y gastronomía, aprendiendo un poquito más sobre música. Cantando incluso en idiomas que no conocía. Descubriendo personas con discapacidades de todo tipo y que son capaces de superarse cada día. Viendo como hay quién se desvive por su vocación. He servido de ayuda a la gente que de verdad lo necesitaba y que se ha cruzado conmigo. Nos desesperamos tras perder la maleta de una compañera y nos pusimos nerviosos cuando se nos canceló un vuelo. He trasnochado un par de veces y he recuperado las horas no dormidas en aviones  y autobuses. Pude enseñar a otras personas jugar juegos de cartas y también me enseñaron a jugar juegos nuevos. Filosofé en muchas ocasiones, intercambié opiniones e ideas, aprendí alguna que otra lección. Pude convivir, una vez más, con amigos e hice amigos conviviendo. Descubrí que internet era mi trabajo, pero que sin él podía vivir en un mundo nuevo y distinto. Me adentré en un bosque y conecté con él hasta el punto de ver y oír animales que por lo general huyen de los humanos. Pisé el escenario de varias series y de algunas películas. Continué coleccionando postales. Almacené mis recuerdos en una barbaridad de fotos y vídeos. Me crucé con personas tan amables que hicieron mis días más bonitos. Encontré el verdadero significado de altruismo. Observé que las historias hacen a las personas y, a veces, las personas hacen historia. Me he reído, me he emocionado, he acabado agotado y he sido abrazado. Fui valorado y apreciado, me sentí afortunado.

Fueron 18 días donde acabé resfriado, casi sin voz y con ganas de dormir en mi cama. Nunca hice una locura como esta, nunca eché tanto de menos a mi familia, pero es que viajar… viajar alimenta el alma.

#NuncaDejéisDeSonreír


Deja un comentario

Davide, un joven italiano

Supongo que muchos me tenéis como ejemplo de superación, pero… ¿para eso no debería de haber pasado de una situación a otra más compleja y distinta a la anterior? Es decir, lo mío (mi discapacidad) viene de serie, desde que nací, no conozco otra cosa. Aprendí a escribir, comer, vestirme, etc. igual que los demás, solo que a mi manera. A lo mancojo.

Esto fue algo sobre lo que reflexioné en un congreso de motivación y superación (otro tema que ya os contaré también), donde una de las personas explicó que ella podía motivar a la gente debido a su discapacidad (de nacimiento como la mía), pero eso de la superación… Para eso ya había otros ponentes cuyas historias sí eran de superación puesto que tuvieron que pasar por circunstancias muy duras, pero que al final lograron superar y aprovechar para crecer personalmente (resiliencia).

Todo esto os lo cuento porque hoy os quería hablar de Davide, un joven italiano de 24 años, que contrajo una meningitis que le costó muy cara… tuvieron que amputarle las cuatro extremidades.

Y esto, sí es superación. Ni siquiera yo puedo imaginar por lo que ha tenido que pasar porque, como ya he dicho, no he conocido otra cosa distinta a mi discapacidad. Él sí.

Descubrí a este chico hace poco, en una de mis redes sociales favoritas, Instagram, donde suelo echar un ojo al perfil de prácticamente todo el que interactúa de una forma u otra conmigo o mis publicaciones. Y eso hice con Davide.

Me impactó un montón su historia, la cual iba contando con bastante detalle en las descripciones de las fotos que iba publicando (cómo empezó todo, su entorno familiar, el hospital…). No quiero contaros nada al respecto, quiero que seáis vosotros los que saquéis un ratito para leerle en cada una de sus FOTOS.

Actualmente está revolucionando las redes sociales, sobre todo Instagram, donde ha superado los 55.000 seguidores en apenas unas semanas. La actitud positiva con la que está afrontando la situación está empezando a calar en la gente y muchos le apoyan en su nuevo camino. Sobre todo para conseguir unas prótesis que le permitan echarse una carrera conmigo (Davide, sé que me vas a leer y te reto a correr conmigo aunque sean 10 metros).

Bromas a parte, Davide ya ha recaudado el dinero así que me toca darle la enhorabuena. La noticia me alegró un montón, me salió una sonrisa de oreja a oreja. Será un gustazo poder darnos un paseito por ahí y contarnos nuestras historias. Y de verdad que, aunque parezca que no, los humanos también podemos ser generosos y apoyarnos entre nosotros como ha sucedido en esta situación.

Solo os diré que en estos casos tan jodidos lo más importante es tener  un entorno que te apoya y sobre todo ganas, ilusión y actitud para tirar del carro. No es fácil sufrir un cambio tan drástico en tu vida, pero no te queda otra que adaptarte a lo nuevo y, eso es algo que Davide conseguirá con el tiempo.

 

#NuncaDejéisDeSonreír


2 comentarios

La vida se cuenta por recuerdos

Dejaros de 2015, dejaros de 2016, dejaros de años, dejaros de propósitos, dejaros de esos tópicos que solo llegan por estas fechas. Dejaros de decir cosas solo ahora porque es cuando echamos la vista hacia atrás. Dejadlo ya.

La vida no se cuenta por años, no se cuenta por la buena fe que tenemos diciendo que nos hemos propuesto algo en concreto. No podemos medir nuestras vidas solo cuando hay un día concreto que parece que para muchos es un antes y un después cuando en realidad no es cuestión de fechas sino de actitud.

La vida se cuenta por días, la vida se cuenta por recuerdos, por momentos y experiencias. No malgastéis el tiempo en palabras que solo duran unas semanas, moved el culo de vuestras sillas y cread vuestro camino, construidlo y formad una historia tras otra que para vosotros tenga un valor incalculable cuando para otros apenas tenga sentido.

Compartid vuestros días con las personas que más os apetezcan, decid las gilipolleces que se os ocurran, haced el tonto de vez en cuando, reíd hasta que os duela, escuchad, observad, llorad, amad, conoced personas y descubrid mundo. ¡Pero hacedlo ya!

No dejéis que llegue una fecha determinada para proponéroslo, hacedlo cuando lo sintáis de verdad, de corazón.

Estoy harto de ver como ahora todo son intenciones y buenos deseos. Cuando esto acabe, todo será igual que antes, pero porque vosotros dejáis que así sea.

Y no, yo no pienso dejar que eso ocurra… Pienso seguir construyendo mi camino ladrillo a ladrillo, día tras día. Seguiré viviendo aventuras y poco a poco se crearán recuerdos que iré acumulando.

He tenido la suerte de grabar (literalmente) para siempre algunos momentos de mi vida, fue una decisión que ahora mismo valoro más que nunca. Ya no son recuerdos solo para mí, ahora los puedo compartir con muchos de vosotros y quiero que así sea por mucho tiempo.

Solo pensad que no sabemos siquiera si llegaremos al mañana, por lo que debemos disfrutar de cada día como si fuera el último.

La vida no se cuenta por años, la vida se cuenta por recuerdos…