Kevin Mancojo

Diario de a bordo


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Después de tantos meses

Debido a la situación actual con el tema pandemia, covid, nuevas normas, etc. al final paso mucho más tiempo en casa para evitar líos. Pero hace unas semanas, concretamente la semana de la discapacidad, tuve varias charlas organizadas por diferentes entidades. Por fin pude volver a la carga después de tantos meses sin hacer gran cosa. Ya lo echaba en falta. Es en estos casos cuando sé que lo mío es inspirar a los demás con mi historia.

La primera charla fue con Mapfre, dirigida a distintas asociaciones y a los usuarios de dichas asociaciones relacionadas con la discapacidad. Con esta ponencia descubrí la importancia de tener un público delante, pues se hizo vía Zoom, sin ver yo ningún rostro. De estar acostumbrado a oír reír a la gente con mis bromas, a no saber si ni siquiera ha hecho gracia el chiste. Se hacía raro no ver las expresiones en la cara de la gente. No había feedback (respuesta del público ante mi charla). Pero aun así me gustó esta nueva forma de llevar a cabo estas jornadas. Yo pude hablar hasta por los codos, que eso es muy mío. Me quedo con la idea de haber podido inspirar a todas esas personas que estaban al otro lado. Seguramente que, de una forma u otra, les fue útil, aunque yo no lo viera en sus rostros.

Unos días después me tocó volver al instituto al que llevo yendo ya unos 5 o 6 años, el IES Antonio Menárguez Costa. Me llamaron las orientadoras con las que ya tengo confianza. Querían saber si a pesar de todo, me atrevía a ir de manera presencial para contarles mi historia a los chavales. Evidentemente que sí, mientras se cumplieran las normas de seguridad, ¿por qué no? Aquel centro ha empezado a convertirse en un hogar más para mí. Al poco de llegar el primer día, volví a ver a los diferentes profesores y profesoras que conocí los años anteriores. Se alegraron de tenerme por allí y yo por volver a verles y poder pisar sus aulas.

En este caso sí pude ver las reacciones de los chavales, a pesar de las mascarillas. Que por cierto, esto último me recuerda lo mal que lo pasé contar lo mismo durante 3 horas seguidas a diferentes clases (las tres últimas charlas fueron prácticamente sin descanso) con la maldita mascarilla. Proyectar la voz no era fácil, debía alzarla más de lo normal y lo noté. Terminé más agotado de lo normal. Pero mereció la pena, disfruté viendo como alucinaban con mi historia y con todas mis locuras. Ojalá les sirva para tener ganas de crecer en todos los sentidos posibles.

La última, la más diferente de todas. Se estaba llevando a cabo un curso online sobre los objetivos de desarrollo sostenible, la cultura pop y la forma de concienciar a los jóvenes. En esta, que también fue vía Zoom, me pidieron hablar más de mi conexión con los chavales en mis redes sociales y la forma que tengo de llevarlas para tratar de cambiar e inspirar los mundos interiores de las personas. Es algo que disfruto desde hace tiempo; llevo a cabo juegos con las herramientas que me da, en este caso, Instagram. O explico cosas de tal manera que genero curiosidad en las personas que me ven. Además de tratar temas muy mundanos, temas que se cruzan en la vida de la gente tarde o temprano (el amor, la forma de expresarnos, la felicidad, la muerte…). Expliqué todo esto y mucho más en aquella charla. Terminé contento a pesar de haber sido tan distinta a lo habitual. Además, como fuimos apenas unas 8 personas, pudimos interactuar entre todos, compartir experiencias, contar nuestros truquitos, etc. Fue muy gratificante.

Como dije, llevaba mucho tiempo sin poder dar charlas, incluso me volví a sentir nervioso con la primera que di, casi como si volviera a empezar. Y sin embargo, volver a darlas me dio pie a que quisiera volver a sentirme útil y productivo, así que me puse las pilas y decidí mejorar y avanzar con mis proyectos. Una prueba  más que demuestra que yo también saco algo en positivo de mis propias charlas. Ojalá vuelva a poder dar más dentro de poco y no tenga que esperar otros tantos meses.

#NuncaDejéisDeSonreír


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El tiempo

Cómo vuela el tiempo…  En menos de 24 horas ya cumplo 27 años y, aunque aún se me considere joven, me siento mayor, muy mayor…

Parece que no, pero vivir más de un cuarto de vida no es poco y mucho menos si echas la mirada para atrás y la comparas con el presente. Sólo con pensar que los que han nacido en el 2000 ya van a cumplir 20 años me parece una locura. Más aun teniendo en cuenta que no han llegado a conocer algunas cosas que para mí fueron significativas. Ahora entiendo a las personas mayores cuando nos cuentan sus historias y nos tienen que explicar algunos detalles para ponernos en contexto.

Además, veo reflejado el paso de los años en algunas amigas mías, donde pasaron de ser niñas a ser mujeres. Incluso los chicos que llevo tiempo sin ver y que no los reconozco por esas barbas tan pobladas que llevan algunos. Han sufrido la transición, dejaron de ser esos pequeñajos que yo un día conocí y se han convertido en adultos con responsabilidades, con problemas, con su propia historia…

También la idea de que mucha gente de mi generación comienza a tener cierta estabilidad en todos los aspectos posibles y acaban casándose o teniendo hijos o ambas. Eso, ¡hace unos años era impensable! Era algo que quedaba muy lejos, muy en el futuro. Ahora en cambio es un tema que sale cada dos por tres. Es más, mis amigos y yo queremos una boda por el tema de la ropa elegante, la fiesta y todo lo que conlleva.

Yo por mi parte he descubierto que me he hecho mayor cuando los niños, inocentes ellos, le dicen a sus padres: “Mamá, ese señor no tiene manos”. ¿Señor? Perdona, pero solo tengo 26 años, ¿vale? Esto cada vez se vuelve más recurrente, yo creo que llevo escuchándolo desde que me dejé el bigote y la perilla (unos 6 años más o menos). Supongo que también es por no moverme ya por los mismos sitios que se mueven los niños. Lo de ir a parques infantiles a charlar y comer pipas es algo que caducó hace ya tiempo. Sea como sea, muchos de los más peques todavía no saben de mi existencia así que me toca oír lo de señor más veces de lo que me gustaría. Tocará acostumbrarse.

La tecnología también se ha convertido en un punto clave para descubrir lo rápido que pasa el tiempo. A día de hoy, lo normal es que los adolescentes tengan un móvil, cuando yo lo tuve sólo para excursiones y casos muy específicos para poder comunicarme con mis padres, en caso de urgencia. Ahora nacen con un móvil debajo del brazo y no se despegan de él. Creo que es una fase por lo que todos los chavales deben pasar para después darle prioridad a otras cosas (también yo tuve mi época de estar más pendiente del móvil que de mis amigos).

Y la parte que más me gusta de esto del paso del tiempo, es la de la experiencia. Siempre admiraba a los adultos por la cantidad de historias que podían contar y por toda la sabiduría que transmitían. Que me respondieran a todas mis preguntas cuando yo era un enano me fascinaba, yo quería saber hacer lo mismo. Aparte de la visión tan amplia que tenían ellos del mundo. Ahora es mi turno, muchas personas dicen que sé de todo y que rezumo sabiduría. Sea cierto o no, he cumplido con mi sueño de querer ser mayor, no para poder salir por ahí a beber, sino para tener mucho conocimiento y saber responder muchas preguntas, además de dar consejos y también a adelantarme a los acontecimientos. La de veces que habré podido decir “te lo dije”.

Evidentemente el mundo está en constante cambio y toca adaptarse, el problema es asimilarlo al mismo ritmo. Mientras procesas todo lo que está ocurriendo, la sociedad ya ha sufrido otra metamorfosis que tendrás que volver a asimilar. Lo externo a nosotros cambia rápido, sin embargo, hacer introspecciones requiere su propio ritmo por lo que muchas veces terminamos perdiendo el hilo.

Es un tema agridulce porque tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Yo pretendo quedarme con las buenas, como siempre. Quiero que me merezca la pena hacerme mayor, pretendo utilizarlo a mi favor. No me gustaría estancarme, no me apetece ser uno de esos que tienen una mentalidad que no corresponde con la década que está viviendo realmente. Me encantaría conocer lo viejo y lo nuevo y sacar de ello mis propias conclusiones para seguir creciendo.

#NuncaDejéisDeSonreír

 


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Los peques

Sé que hace poco ya estuve hablando de las charlas que doy y que cada vez son más y a más colectivos. Pero es que hace muy poco tuve otra en un colegio y quería hablaros de los peques.

Cuando das una ponencia debes saber llegar, no solo con la historia, también en la manera en que la cuentas. Al fin y al cabo, a un adulto no le sorprenden tantas cosas por todo lo que ha podido vivir y al adolescente le importan tres cominos todo lo que no tenga que ver con su propia vida. Sin embargo, los que son de primaria han vivido tan poquito que con nada ya les sorprendes.

Por norma general, antes de que yo vaya, los maestros les ponen al día: les cuentan quién soy, les ponen mis vídeos, les hablan de la discapacidad, etc. Y claro, llega Kevin Mancojo, ese chaval que sale en Youtube, que ha cruzado el Mar Menor nadando, que aparece en internet, y los peques alucinan a colores cuando me ven aparecer. Me tratan como si fuera un famoso.

Me emociona, me emociona pensar que puedo calar muy hondo en los más peques. Aquellos que se quedan hasta con el más mínimo detalle me hacen vivir con más fuerza las charlas que les doy. Saber que les descubro un mundo nuevo (la discapacidad) hace que vaya con muchas ganas, aunque sepa que tenga que repetir lo mismo a dos, tres o cuatro cursos distintos. Ver las caras de asombro, notar como dejan de tener prejuicios según les muestro algunas de las cosas que soy capaz de hacer, sentirme un ser extraordinario para ellos… Paso de ser alguien que era incapaz de coger una pelota, a alguien que mola mucho y que hasta se ha cruzado el Mar Menor nadando.

Sensibilizar desde tan temprana edad es algo a su favor. Yo no pretendo demostrarles que el mundo es de rosa, sino que aunque a veces las cosas parecen estar muy jodidas, aun se puede seguir adelante. La actitud, las ganas, la constancia, el apoyo de los demás y otros factores hacen que uno siga tirando del carro aunque pese.

Además, me hacen dibujos, me escriben cositas o me piden que les firme en un papel por la admiración que sienten hacia mí. Pero es que yo me quedo con su curiosidad, con sus preguntas y su interés por conocer mi mundo. Es increíble ver cómo llegan a preguntarme si conduzco, si vivo solo, si he sufrido bullying o, incluso, si he llegado a plantearme quitarme la vida en algún momento.

Al final de la charla también me llega al alma saber que quieren un abrazo, donde descubro el desbordante amor que tienen en ese cuerpo tan pequeñito. Ahí ya cogen confianza y empiezan a estar pegados a mí y a preguntarme de manera más privada y, sobre todo, a tocar mis manos. Soy consciente que, así de primeras, debe dar una sensación rara el pensar en tocarlas. Pues imaginad la alegría que me da cuando se atreven a algo así. Yo se las ofrezco en el momento en el que veo que tienen curiosidad y no tardan ni dos segundos en tocar mis manos.

Con todo lo que os he contado, pensad lo que ocurrirá cuando vean a otra persona como yo. No tendrán miedo, confiarán en sus capacidades y sabrán que puede ser tan independiente como cualquier otro ser humano. Vamos, lo que viene siendo no juzgar a nadie por las apariencias. De ahí la ilusión con la que voy a los colegios, es mi forma de quitar a tiempo la venda de los ojos y evitar el desconocimiento por algo tan natural como la discapacidad.

Por suerte no soy el único que trata de sensibilizar a la gente y es una labor gratificante que tendrá su beneficio en próximas generaciones. Ojalá se eliminen de una vez por todas los prejuicios hacia las personas, sea por la condición que sea. Al fin y al cabo simplemente somos humanos.

#NuncaDejéisDeSonreír


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La DANA

Ya lo decía mi padre: «el día que la Tierra se canse de nosotros nos echará». ¡Y qué miedo cuando ese día llegue!

La DANA (Depresión Alta en Niveles Altos) se ha convertido en la mayor catástrofe natural que he podido vivir en mis propias carnes en mis 26 años. Llevo 19 viviendo en un pueblo de Murcia y he podido disfrutar de su sol durante muchísimo tiempo. Y sí, ha habido vientos que parecían decididos a tirar palmeras, y tormentas que creíamos preocupantes. Pero Dana… Ella es la gota fría que más nos ha helado a todos.

El temor ya venía asomando a lo lejos; la tormenta eléctrica que alumbraba el cielo e incluso, por unos instantes, algunos hogares…

En cambio, aquello no era nada comparado con lo que se avecinaba. Ese momento en el que estás con la mente más en ver qué cenar que en cualquier otro sitio se desvaneció en el momento en el que comenzó el verdadero diluvio. Las precipitaciones no fueron aumentando con el tiempo, directamente cayó una tromba de agua que asustaba a cualquiera.

Por norma general no suelo darle importancia a este tipo de situaciones. Sin embargo, la tempestad hizo que eso cambiara. Estaba nervioso y en mi cabeza estaba la constante posibilidad de que pudiera entrar agua por algún rincón de la casa. Y no, al comienzo de toda esta locura no había nada de lo que preocuparse. Así que me metí a la cama y conseguí dormir.

Sin embargo, llega el primer susto. De repente un ruido me despierta. Suena el timbre de casa de manera constante, como si alguien le estuviera apretando al botón sin quitar el dedo. Mi madre, que apenas pudo pegar ojo, y yo salimos a ver qué pasaba. Al parecer la lluvia mojó todo de tal manera que algún cable haría contacto para que aquel sonido se hiciera eterno. Por probar le dimos al botón y de repente dejó de sonar. Menos mal.

Una vez más vuelvo a dormir, pero hasta el segundo asalto. Esta vez suena el váter de mi madre de tal manera que creíamos que de allí iba a salir un chorro de agua infinita. A decir verdad, a aquello no pude darle ninguna explicación, pero no fue más que otro susto. Sonó sin más para hacer que nos levantáramos de la cama otra vez.

En esta ocasión y viendo el panorama decidí, antes de volver a meterme bajo la manta, mirar en la buhardilla. Tal fue la sorpresa que me encontré con una leve gotera (con unas toallas se solucionó), pero que no creía ni posible. Además, mi madre descubrió que por el escape del calentador de agua (una especie de “chimenea”) que da al exterior entraba agua. Algo que por suerte pudimos solucionar también con algunos trapos.

Lo último que nos ocurrió y que apenas nos preocupó tras todo lo anterior, era la luz. Se nos fue y sin duda que Dana tuvo la culpa. Supongo que quiso demostrarnos que sus rayos también podían alumbrar nuestro hogar.

Pude dormir el resto de la noche, teniendo en cuenta que sobre las 6 de la mañana me desperté una vez más por la tormenta. Unas horas más tarde, cuando ya me desvelé por completo, Dana decidió dejarnos atrás para seguir atormentando a otras personas.

Admito que lo que ocurrió en mi casa no fue nada comparado con lo que ocurrió en lugares donde la acumulación de agua hizo verdaderos estragos. Paredes caídas, carreteras inundadas, descampados que se convirtieron en piscinas, piscinas que desaparecieron bajo tanta agua… Aun así los nervios pesan cuando no sabes de lo que es capaz de hacer la madre naturaleza si se enfada de verdad.

Pero ya sabéis como soy, pretendo ver el lado bueno de todo. Y aunque aparentemente es difícil de ver esa parte positiva en esta ocasión, sí descubrí que en estas circunstancias tan complicadas, la gente se vuelve mucho más solidaria. Incluso aparecen héroes sin capas que arriesgan sus propias vidas para salvar la de otros. También fue de valorar el trabajazo que hicieron todas las organizaciones involucradas como la policía local, protección civil, los bomberos…

Y aun a día de hoy están todos ayudando a restaurar la normalidad con toda la rapidez posible para que podamos dejar atrás cuanto antes esta catástrofe natural que ha provocado la DANA.

Yo mismo fui ayudar a limpiar parte del barro que había en mi antiguo instituto cuando pasé por allí para ver cómo estaba. Me emocioné al ver los numerosos voluntarios que había y que se dispusieron a dejar todo como estaba antes.

Incluso soy consciente de que estos días ha venido gente de otros municipios menos afectados para colaborar en las diferentes limpiezas. Y también es de valorar la cantidad de personas que están donando cosas para aquellos que hayan sufrido pérdidas.

Como digo, la solidaridad coge fuerza en este tipo de situaciones y es con lo que me quiero quedar. En el día a día podemos ser todo lo egoístas que queráis, pero a la hora de la verdad tendemos nuestro brazo a cualquiera que lo necesite de verdad. Somos conscientes de que entre todos podemos crecer y avanzar hacia un futuro mejor.

Ojalá sacáramos nuestro lado más humano más a menudo, pero hasta entonces…

#NuncaDejéisDeSonreír


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18 días

 

Me he tirado 18 días fuera de casa, empalmando 3 viajes distintos (con amigos el primero, por un proyecto el segundo y el tercero para dar unas charlas). Pisando más de 10 pueblos y ciudades distintas, hablando 4 idiomas diferentes y aprendiendo frases y palabras de alguno más. Conociendo gente de otros países, intercambiando culturas y gastronomía, aprendiendo un poquito más sobre música. Cantando incluso en idiomas que no conocía. Descubriendo personas con discapacidades de todo tipo y que son capaces de superarse cada día. Viendo como hay quién se desvive por su vocación. He servido de ayuda a la gente que de verdad lo necesitaba y que se ha cruzado conmigo. Nos desesperamos tras perder la maleta de una compañera y nos pusimos nerviosos cuando se nos canceló un vuelo. He trasnochado un par de veces y he recuperado las horas no dormidas en aviones  y autobuses. Pude enseñar a otras personas jugar juegos de cartas y también me enseñaron a jugar juegos nuevos. Filosofé en muchas ocasiones, intercambié opiniones e ideas, aprendí alguna que otra lección. Pude convivir, una vez más, con amigos e hice amigos conviviendo. Descubrí que internet era mi trabajo, pero que sin él podía vivir en un mundo nuevo y distinto. Me adentré en un bosque y conecté con él hasta el punto de ver y oír animales que por lo general huyen de los humanos. Pisé el escenario de varias series y de algunas películas. Continué coleccionando postales. Almacené mis recuerdos en una barbaridad de fotos y vídeos. Me crucé con personas tan amables que hicieron mis días más bonitos. Encontré el verdadero significado de altruismo. Observé que las historias hacen a las personas y, a veces, las personas hacen historia. Me he reído, me he emocionado, he acabado agotado y he sido abrazado. Fui valorado y apreciado, me sentí afortunado.

Fueron 18 días donde acabé resfriado, casi sin voz y con ganas de dormir en mi cama. Nunca hice una locura como esta, nunca eché tanto de menos a mi familia, pero es que viajar… viajar alimenta el alma.

#NuncaDejéisDeSonreír


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Inmerso en un nuevo proyecto

Del 24 al 29 de abril estuve en Lorca (Murcia) en una formación sobre la Educación Global y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Algo que así de primeras supongo que no sabréis ni lo que es, pero que realmente es algo que todos buscamos y deseamos. Creo que la mejor forma de explicároslo es poniendo un vídeo con el que se disiparán todas las dudas.

La formación forma parte de un proyecto de 3 años de duración llamado «La Educación Global empieza en tu pueblo» que ha organizado Cazalla y que además está financiado por la Unión Europea (así que imaginad el nivel). En él participan también otros países como Bulgaria, Austria, Chipre, Eslovenia y Lituania.

El proyecto consiste en acercar todo esto a los jóvenes de nuestras localidades (las nueve que hemos sido seleccionadas) y hacerles partícipes de diferentes talleres, actividades o cualquier cosa que se nos pueda ocurrir relacionadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (en este caso se eligieron el 5, el 11 y el 12). Es más, la idea es que sean ellos los que propongan lo que más les guste según sus intereses (sin perder nunca de vista los ODS).

Ahora que os he puesto en contexto me gustaría hablaros de mi experiencia durante esos 5 días tan intensos. Para empezar, yo iba con dos personas de mi pueblo que ya conocía: la primera es la que me propuso formar parte de todo esto y la segunda persona es alguien que conocí hace relativamente poco, pero con la cual tengo una conexión bastante curiosa (todos creían que nos conocíamos varios años y en realidad no nos conocemos ni uno).

A parte de ellos dos, conocía a una persona más que también fue a la formación. Con ella coincidí en una gala donde nos premiaron por nuestras iniciativas y proyectos (esta historia ya os la contaré). Pero por lo demás… no sabía a quién me iba a encontrar allí, es más, no sabía ni dónde estaba el hostal, ni nada (bendito sea el Google Maps). Vamos, era uno de esos movimientos a ciegas donde salía de mi zona de confort para conocer muchísimas cosas nuevas. Y así fue.

Al principio estábamos todos con aquellos con los que habíamos venido o con los que más confianza teníamos. Pero al día siguiente, más o menos, parecía que nos conociéramos de hacía bastantes meses. Supongo que se debía a la predisposición que teníamos todos a aprender de los demás, a conocer caras nuevas e indagar en temas que apenas controlábamos (todo esto me recordó a un taller de teatro al que fui donde no llegamos siquiera a conocer nuestros nombres, pero esto es otra historia más que os debo contar).

La dinámica de la formación era muy amena y agradable: actividades en grupo donde compartíamos opiniones y conocimientos con respecto a lo que debíamos trabajar y conocer (la igualdad de género, ciudades y comunidades sostenibles y producción y consumo responsables). Eso de estar frente a la pizarra, tomar apuntes y no movernos del sitio no lo hicimos prácticamente ni una vez. Y esto fue lo que lo hizo tan genial. Todo era un debate constante. Opiniones de todo tipo, algunas incluso muy opuestas. Creo que esa es una de las grandes formas de crecer como persona. Al fin y al cabo, si todos afirman tus palabras sin más, no aportan nada nuevo ni distinto que pueda hacer que te replantees tus ideales. O eso creo…

Y debo admitir que creía que yo me planteaba muchas preguntas o que me hacía las adecuadas, pero allí descubrí que todavía había muchas más que yo no conocía y con las que tuve que crearme una opinión nueva desde cero. Era una de las cosas que más me gustaba.

Hay más historias que os podría contar, por algo fueron 5 días intensos. Pero me reservaré algunas cosillas para mí. Solo os diré que nunca perdáis las ganas de aprender y que os atreváis a conocer algo totalmente nuevo y distinto para vosotros, incluso aunque al principio os dé miedo. Resulta tan enriquecedor que cuando echéis una mirada al pasado os daréis cuenta de la cantidad de peldaños que habéis subido sin siquiera notarlo.

 

#NuncaDejéisDeSonreír


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El verano y la torpeza

Aprovecho ahora que tengo algo de tiempo para hablaros de algo que sucede año sí y año también; cuando llega el verano, la gente cambia.

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Llega el calor, los sudores, las ganas de beber agua fría, el ansia de ir a la playa, tomar el sol a pesar de acabar sudando como locos… Miles de cosas llegan con el verano, pero algo que llega y me saca de quicio en algunas ocasiones es lo tonta que se vuelve la gente. En otra entrada más específica ya conté que surgían las prisas y que todo el mundo iba corriendo a todos lados (El verano y las prisas). Pero es que además de eso, empiezan a no saber conducir. Me he encontrado con personas que van a 20 o 30 kilómetros por hora cuando pueden ir a 50. Algunos se paran en medio para que se baje toda la familia y busque sitio en la playa. Gente en medio de la calzada, otros que parece que van a cruzar y al final no cruzan (aunque estas cosas pasan el resto del año también). Luego están los que ocupan toda la acera entre el carrito del niño, las sombrillas y ellos mismos, lo mismo ocurre con los que tienen perro y tienen los 4 metros de cuerda; el perro acaba en una punta de la acera y el dueño en la otra. Los que, por unas causas que jamás entenderé, empiezan a correr en pleno verano y te los ves subiendo y bajando aceras para no chocar con nadie (un día algún coche se los llevará por delante) o algunos ni eso y van esquivando a todos y te llevas algún empujón. Las bicicletas que van por la acera…

Así miles de situaciones que empiezas a pensar: «¿Pero se les han fundido las neuronas o cómo va esto?» Es decir, el resto del año no ves esos casos tan puñeteramente raros. Es como si llegara el verano y muchos se volvieran un poco más torpes (un poco bastante). Es montar en el coche o pasear por ahí y ver cada minuto algo distinto, por suerte ya me lo tomo a risa.

Y como digo, esto ocurre cada año. No sé si es que el asfalto con el calor suelta sustancias alucinógenas, pero vamos… Posiblemente no ocurra en todos los sitios, pero aquí sin duda que sí. Las altas temperaturas que trae el verano no son buenas y eso que vuelven las sonrisas, las ganas de hacer cosas con los demás, tomar helados con amigos, etc. Pero si eso conlleva tanta torpeza… por favor, llevadme al polo norte ¡YA!


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La energía de las personas mayores

El viernes hubo un encuentro entre el voluntariado y los del banco del tiempo de aquí. Yo me apunté, soy de los que se apunta a un bombardeo y la verdad es que me lo pasé genial.

A pesar de no conocer a casi nadie, solo a algunos y de vista (tengo que decir que casi todos eran personas mayores del pueblo), disfruté viendo cómo se ponían a bailar y a cantar, ¡y eso es un ferry! Sí, fuimos en un ferry y les pusieron música, una fiesta sin música no es una fiesta. Había momentos que el barco se balanceaba fuertemente y se veía como todos los que estaban de pie bailando, se iban hacia un lado y hacia el otro.

Yo tengo trato con muchas personas mayores, al menos con aquellas que me resultan muy interesantes porque parecen tener una mentalidad joven, de mi edad, aunque tengan un cuerpo muy cascado. Bueno, no todos lo tienen fastidiado, es más, en el encuentro hubo una persona de unos 80 años y bailaba flamenco… Obviamente no como una de 20, pero no se le notaban para nada esos años. Cuando lo dijeron me quedé muy sorprendido.

La verdad es que con todo esto pude llegar a una conclusión: cuando se llega a una determinada edad, uno se vuelve a sentir joven. Y creo que la razón de esto es que los mayores se acaban dando cuenta de que no hay que darle tanta importancia a los problemas y que hay que vivir como si cada día fuera el último (algo que siempre les digo a los chavales en mis charlas). Por eso, la mayoría vuelven a parecer adolescentes.

Lo malo de los años es que tienes mucha experiencia, cuando ya apenas puedes utilizarla…

Quiero acabar dejando un vídeo, ya sabéis que me ha dado por grabarlo todo así que, aquí os lo dejo. Espero que os guste:


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La experiencia hace al maestro

Hoy he tenido otra charla en mi antiguo instituto y ha sido genial. De verdad, cada vez salgo más contento de mis ponencias.

Creo que había unos 90 alumnos. A muchos de ellos los conozco, pero aun sin conocerlos, los nervios ya no me ganan en estos casos.

Cuando tenía el ordenador en el «taller» decidí ordenar mis ideas, las que voy contando en las charlas. Lo hice para ver cuál era la mejor forma de hilar todo (siempre improvisaba) y lo curioso es que llegué a ese punto en la penúltima ponencia. Hablé, hablé y hablé, y me di cuenta que todo iba rodado; hacía uso de mi blog, iba de una entrada a otra, puse un vídeo que me daba pie a un tema, etc. Todo encajaba tan bien que aproveché para hacer ese esquema en sucio y por ahora, ese orden cronológico, es el mejor de todos.

He dejado atrás algunas historias para inroducir otras que me surgieron de la nada en las charlas más recientes y que resultan mucho más importantes. Mi tono de voz… es interesante, creo que los alumnos no se dan cuenta, pero lo cambio, y mucho. Inicio muy enérgico con un tono posiblemente más agudo del normal y según pasa el tiempo desciendo poco a poco hasta que los tengo a todos poniendo la oreja. Gesticulo más que algunos que tienen manos (a veces hasta me paso, creo yo). Me muevo con mucha naturalidad por todos lados. Y todas estas cosas ha sido en cuestión de días (en las que tuviera charlas, claro). He notado un cambio tremendo en las últimas, es como si de golpe aprendiera de los errores de las demás.

Y por supuesto, tengo cosas para corregir, pero el cambio ha sido tan brutal que en estas últimas ocasiones hubo un par de personas que se esforzaban en no dejar salir la lágrima. El mero hecho de sentirme yo cómodo y ver que he cambiado mucho en la forma de estar frente al público ya me saca una sonrisa, pero eso de que haya personas que se emocionen… eso para mí era impensable.

Solo explico mi vida y mi filosofía, no soy diferente a los alumnos, solo he vivido unos pocos años más que ellos. No me considero para nada alguien que les tenga que dar una lección, solo alguien que les puede ayudar para hacerles ver que no todo es tan negro como parece.

Quise grabar un poco cómo es un día de charla y bueno… aquí tenéis:


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Vídeo informativo

Sé que generalmente no nos pasamos por todos los post que escribimos, ya sea por tiempo o porque no atrae el título, así que para aquellos que no puedan leerse todas las entradas que publico, o para los que no les apetece leerse todo, os dejo un resumen que he hecho hoy con un vídeo (como siempre, hay chorradas de por medio).