Vengo de una semana diferente. Un viaje a Madrid que me ha sentado de lujo. Y no voy a contaros todo lo que hice porque todos sabemos que dejaríais de leer al minuto.
Así que os voy a contar la conclusión que he sacado de todo esto (lo fui pensando durante las cinco horas de tren que se hacen eternas). Creo que con unos pocos apartados os lo podría explicar. Además, hace tiempo leí algo sobre esto y los puntos que citaré son los que mejor recuerdo.
Independencia:
A pesar de haberme alojado en casa de la familia que tengo en la capital, pasé tiempo solo por allí. Muchos me preguntaban que si no iba nadie conmigo, como si fuera algo peligroso no ir con alguien más o a saber por qué. Pero el hecho de ir solo es una ventaja; di vueltas por donde quise y me paraba donde quería y cuando me apetecía. Posiblemente, si hubiese ido con otra persona, hubiéramos dependido el uno del otro, tomando decisiones entre ambos. Creo que eso es algo que pude ahorrarme y no por ello me han atracado ni cosas por el estilo.
Salir de la rutina:
Obviamente es un cambio grande. El hacer todos los días lo mismo a llegar a una ciudad y no tener objetivos claros, se nota. El agobio se desvanece al perder las obligaciones. También el ambiente es otro y los rostros no son los de siempre.
Conocer gente:
Cuando fui al Retiro vi a muchísimas personas. Y una de ellas me llamó la atención. Era un chico de 12 años que llevaba unos patines con una sola fila de ruedas (yo los probé y casi me dejo los dientes en el suelo). En la calzada tenía una fila de conos y vi como empezaba a «bailar» entre ellos. No vi nunca algo así, por lo que me senté en la acera y me quedé mirando un rato hasta que él me empezó a hablar. Aún seguimos hablando por whatsapp.
A parte de este crío, conocí a una chica en el tren al volver. Estuvimos en la cafetería y un tema del que hablamos me marcó bastante porque nunca me paré a pensar en ello: las diferencias que hay de la infancia de alguien de ciudad y alguien de pueblo. Lo primero que hice cuando se marchó fue apuntarlo para que algún día le dedique una entrada.
Aprender cosas nuevas:
Esto está un poco vinculado al apartado anterior, al entablar una conversación con alguien. Pero aun así, también aprendí a base de sentarme y observar. Me di cuenta de que la ciudad no solo es estrés, puesto que hay zonas en las que uno puede disfrutar del sol, jugar al fútbol, salir a correr, pasear, etc.
Aclarar pensamientos:
Por último, el conjunto de todo lo anterior. En el caso de tener problemas o estar infeliz o alguna cosa parecida, el hacer un viaje solo, sin nadie más, te da otras perspectivas que antes uno no podía ver o que desconocía hasta el momento.
Tal vez haya alguien en la otra punta del mundo esperando a que llegues para aclararte la vida con un par de sabios consejos que nunca habías oído.
Os dejo unas cuantas fotos que hice