¡Le debo una muy grande a Víctor! Me salvó el cuello ayer. Después de que entrara aquel grandullón lo pasé fatal. Creía que iba a recibir la paliza de mi vida. En cambio, apareció mi amigo con otros compañeros de clase. Y para mi sorpresa, con el jefe del departamento. Según me explicó Víctor, vio que alguien se quedó cerca del aula cuando se fue (el que me iba a sacar las palabras a golpes) y pensó que no iba a ser alguien que tuviera buenas intenciones. Decidió buscar la forma de sacarme de aquel embrollo y tuvo una genial idea: buscó a unas personas de clase y les propuso ir al departamento para quejarse de la inmensa cantidad de trabajos que nos mandaba el profesor. En un principio no querían, preferían hacerlo en otra ocasión, sin embargo, les dijo que era el mejor momento porque todos estaban presentes en aquel momento; todas las piezas del puzle encajaban. Buscaron al jefe del departamento, se lo comentaron y le dijeron que el profesor estaría en el aula porque estaba conmigo.
Poco después aparecieron en tromba, salvándome el pellejo. Suspiré con fuerza y me calmé tras ver que al final no iba a salir tan desamparado. A mitad del reproche entre alumnos y profesor, Víctor y yo nos marchamos para que no nos pudieran seguir.
Me despierta una pesadilla; todavía imagino qué habría pasado si no me hubiera sacado de aquel lío mi amigo. Puñetazos, golpes con incontables objetos, amenazas… Me levanto sudoroso por el agobio de hace unos segundos, me dirijo al baño y trato de volver a relajarme echándome agua a la cara. Aunque la mejor solución es la ducha. Me quedo bajo el chorro caliente un buen rato, intentando aclarar mis pensamientos. ¿Qué pasará ahora? No podré librarme de ellos constantemente…
Salgo de la ducha y un instante después el móvil suena.
-¿Qué planes tienes para hoy?- Víctor. Me alegra oír su voz. Por su tono, puedo suponer que quiere hacer algo interesante. Querrá distraerme de todo lo que ha pasado esta semana.
-Nada que yo sepa. ¿Qué tienes pensado?
-Ir a recogerte en unos diez minutos para pasar el día fuera de aquí. ¿Te parece?
-Venga. Te espero fuera cuando esté listo- hace un día espléndido. El sol calienta y no hay nubes en el cielo. Es de esos momentos en los que prefieres estar en la calle, cerrar los ojos y disfrutar del calorcito. Supongo que Víctor tiene pensado aprovecharlo.
-De acuerdo. No tardaré. Tal vez hasta menos de diez minutos- noto como sonríe tras el móvil.
Después de colgar, me preparo las cosas: monedero, llaves y el móvil, aunque dudo en si llevar esto último. Prefiero desconectar por completo. Aun así decido cogerlo, tal vez mi abuela quiera algo en algún momento. Mi abuela… ella no sabe nada de lo que ha pasado y espero que siga así, no quiero que le dé un infarto.
-Me voy con Víctor- busco a mi abuela-. No hace falta que cocines para mí- está en el salón, leyendo un libro. Es la primera que se despierta en todo el vecindario. Creo que ella es la encargada de apagar las farolas cada mañana, aunque me lo intenta ocultar.
-¿Y qué vais a hacer?- pregunta curiosa dejando el marca páginas en la hoja por la que se ha quedado, después lo cierra.
-Ni idea. Tampoco me preocupa mucho- le doy un beso en la mejilla-. Ya me contarás como acaba- digo indicando el libro con el dedo y me dirijo hacia la puerta.
-Pasadlo bien- alza un poco la voz para que la escuche.
A pesar del mal comienzo, el día sigue por buen camino. Como tenía pensado, me siento en el borde de la acera disfrutando del sol. Cierro los ojos y…
-¡¿Qué narices…- no consigo articular ni una palabra más. Tras sentir un pinchazo, mis párpados pesan toneladas y se cierran poco a poco. En un ligero momento consigo ver una furgoneta oscura y un hombre con los brazos extendidos hacia mí. Alguien me está llevando al interior. Después…
El edificio abandonado, la silla, las ataduras, las sirenas, el tiroteo, la mesa metálica, el arma… el asesino. El profesor está ante mí apuntándome.
-¿Por qué?- pregunto intentando mostrarme seguro, aunque sea en balde. Alguien como él sabe lo que hay en estas situaciones.
-Lo sabes, no creo que sea necesario explicártelo- a diferencia de mí, no tiembla. Su pulso es firme y tiene claro lo que tiene que hacer-. Cuanto antes lo haga mejor- parece que aquí acaba todo.
Cierro los ojos con fuerza, esperando mi muerte. Oigo un disparo y después un golpe seco, también parece sonar algo metálico deslizándose por el suelo. No estoy muerto, o eso creo. Abro los ojos temerosamente y veo el cuerpo inerte del profesor delante de mí. Un charco de sangre se está acumulando a su alrededor. Detrás del cadáver veo unas piernas, alzo la mirada y…
-¡Tío Johnny!- grito lleno de alivio. Tras el primer vistazo veo que tiene un arma en la mano. ¿Lo ha matado él?- ¿Has sido tú?- pregunto lentamente y en un susurro.
-¿Quién iba a ser sino?- su tono resulta indiferente. Esto me deja casi más desconcertado que todo lo que ha pasado esta semana- Vamos, te ayudaré- se guarda el arma en la parte de atrás y me levanta con la silla incluida. Me desata- ¿Estás bien?- ahora sí noto algo de sentimiento.
-¡¿Cómo voy a estar bien?!- levanto la voz- ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Qué quiere de mí exactamente esta gente?! ¡¿Qué está pasando ahí abajo?!- le atormento a preguntas y me detiene poniéndome su mano en mi boca. En el primer momento casi me asfixio, mi agitada respiración por poco me mata.
-Tranquilízate- me dice en un murmullo sin permitirme aun hablar-. Abajo está la policía. Están intentando detener a uno de tus acosadores, bueno, al que queda vivo- dice en un tono de humor mientras hace un gesto con la cabeza hacia el cadáver del profesor o quién fuera realmente. Me quita la mano lentamente de mi boca-. Dudo mucho que siga aquí, seguro que ya haya escapado.
-¿Los has llamado tú? La policía digo- estoy menos alterado, aunque mis manos siguen temblando. A pesar de querer estirar las piernas, prefiero seguir sentado hasta estar más tranquilo.
-No. Ha sido tu amigo, pudo seguir la furgoneta con el coche- se levanta tras llevar un rato de cuclillas. Es más alto de lo que recordaba.
-¿Y dónde está ahora? ¿Está bien?- pregunto rápidamente.
-Alex…- su voz no da buenas noticias.
-¡Dímelo!- exijo de nuevo, volviendo a tener el corazón acelerado.
-Lo han cogido. Vi como lo sacaron del coche.
-¿Quiénes?
-Otros miembros de la organización.
Mi cabeza está a punto de estallar. Mi amigo, Víctor, el que hace apenas un día me salvó el cuello está a punto de… ¿de qué? ¿De ser encarcelado? ¿De morir? ¿De ser torturado?
NOTA: fin de la primera temporada de «El periodista» (título que le he puesto). Quiero preparar mejor la historia y creo que vosotros necesitáis un descanso también. Dentro de un mes más o menos volveré con más.