Kevin Mancojo

Diario de a bordo

¿Dónde está el niño?

3 comentarios

Hoy quiero dejaros algo que escribí hace ya unos añitos y que creo que define a muchos de nosotros.

¿Dónde está el niño? Ese niño que éramos, ese que sonreía por cualquier cosa. Que se despreocupaba por todo y que, cuando la liaba, solo le salía una sonrisa pícara. Ese que quería ser tantas cosas. El niño que vivía al día y que solo buscaba la forma de divertirse, dándole patadas a las piedras que veía en el suelo. Ese que cuando algo salía mal, lloraba unos escasos minutos y lo olvidaba todo para volver a sonreír. Para volver a golpear las piedras. Ese que luchaba por lo que quería, que se encabezonaba por conseguir ese juguete que tanto deseaba. Ese que tenía amigos en cada esquina, sin preocuparse si le iban a fallar. Viviendo el juego entre ellos, sin pensar en las consecuencias. Sin ver más allá del momento. Conviviendo y sonriendo juntos. Y si caía, y si algo le hacía caer, tenderle la mano para volver a sonreír.

Ese niño lo dejamos atrás, mucho tiempo atrás. Crecimos y perdimos esa sonrisa, perdimos esos sentimientos de inocencia que se convirtieron en remordimientos. En sentimientos dolorosos, esos que nos impedían sonreír. Que si cometíamos un error, se volvía el centro de todas nuestras preocupaciones y no el encontrar la piedra que podíamos golpear con la punta del zapato que acaba destrozado. Cada uno de nuestros errores no se convirtó en la sonrisa pilla que nos hacía sentir… ¿crueles? Ahora nos estaba preocupando que fuera así y buscábamos miles de soluciones cuando realmente solo debíamos sonreír. Pero perdimos eso. Igual que a los amigos que había en cada casa cercana. Se quedaron atrás junto a miles de sentimientos. Seguridad, confianza, despreocupación… desaparecieron, entre muchos otros, desaparecieron. Se marcharon. No podíamos actuar sin pensar en el por qué, sin ver más allá del presente. Nos convencimos de que debíamos buscarle las respuestas adecuadas a nuestras preguntas. Pero no aprendimos a dejar de darle importancia, pues solo así podíamos vivir a gusto, llenos de sentimientos buenos y no como si hubiéramos abierto la caja de Pandora. Parecía que, llegados a cierta edad, la abríamos. Nuestra curiosidad hizo que la abriéramos y comenzáramos a dejar de ver lo bueno y ver lo malo. Se nos mostraba ante nuestros ojos tantos defectos, tantas maldades, que dejamos atrás lo bello de sonreír sin más.

¿Por qué no volver a sacar ese niño que teníamos? Debemos buscarlo en nuestro interior. Solo nosotros podremos hacerlo. Nadie más lo hará. Dejaríamos de nuevo tantas cosas atrás… tantas cosas malas que nos arrebatan buenos recuerdos. Nos fuimos cegando. Nuestro camino oscureció y ese niño es nuestra luz. La que ilumina lo que nosotros mismos fuimos oscureciendo por darle demasiada importancia a tantas cosas. El valor de nuestros actos, de nuestros pensamientos y nuestros remordimientos no es otro que el que nosotros queramos que sea. Volvamos a ser niños, volvamos a sonreír e iluminar la oscuridad. No dejemos que nos cubra ese manto tan siniestro y cruel. Una verdadera sonrisa vale más que una eterna oscuridad.

3 pensamientos en “¿Dónde está el niño?

  1. Kevin, me ha gustado mucho este escrito y tiene muchas verdades. La caja de Pandora, exactamente, nos pudo la curiosidad y ahora tenemos cientos de ideas, hechos pasados, preocupaciones, a diestra y siniestra, y en ningún momento se nos ocurre: VOY A CERRAR ESA CAJA! No sabemos si tenemos o no la llave, aunque la tengamos en lo más profundo de nuestro ser. Nos dejamos llevar por los desvelos de la caja de Pandora y vamos viendo cómo ocurre todo, y con lágrimas en los ojos también, o con rabia y temor, pensamos que es así, que un buen día todo empezó de esta manera. Y hay que volver a recuperar ese niño que existe en nosotros. Y cuando lo hacemos, ni nos inmutemos porque seremos criticados. Yo sigo pegando a las piedras con la punta del pie, cuando paseo por el bosque. Y no me duele decirlo, es algo natural en mi. No es que lo haga todo el tiempo, sería un caso clinico, pero lo hago al menos unas tres veces cada vez que paseo. Me gusta lanzarlas bien lejos!

    Un fuerte abrazo!

    • Creo que no todos saben que lo mismo que una vez abrimos la caja de Pandora, la podemos volver a cerrar. Pero parece que nos gusta sufrir, nos gusta ver lo malo y es así como muchos terminan por pasarlo mal. Por suerte algunos encuentran la forma de volver a encerrar esos males.
      En el próximo vídeo que voy a subir del viaje a Alemania tocamos justo el tema de ser un niño, es más, mi hermano dice (en alemán): «¿Por qué no creceremos?». Y le dije (el vídeo se corta antes): «Porque a veces es necesario ser así de niño». Puede sonar serio, pero no lo es, el momento en que surgió aquello fue de lo más gracioso y divertido.
      Un abrazo de vuelta 😉

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